Ayer trataron de identificarme.
Como si fuera un cadáver
o una especie abstracta
o un objeto volador.
Envidia sentí de quienes ostentaban identidad.
Yo pasé de etérea a carnosa.
Él me señaló tratando de entender,
tratando de entenderme como línea de libro.
Al final, hoy no voy a beberte.
Y creo que te amé porque no destruías pequeñas vidas,…
porque creías que impedir un pequeño dolor era impedir el dolor en grande,
anular la acción de doler, desde la mosca hasta el elefante.
El fin de una fuerza oscura que se le escapó al Hacedor.
Parece que todos somos dioses,
no sabemos medirnos
ni identificarnos.
Únicos.
Como infinitos.
Y yo… yo te amo porque tengo fuego en la panza.
Porque regabas las plantas no sin antes avisar a las arañas
que debían huir,
aquellas que habían hecho universos en las pequeñas macetas.
Imagen: Edna Romero
martes, 15 de noviembre de 2016
lunes, 14 de noviembre de 2016
Pigmalión, rey de Cipre
Pigmalión se arrastra por el piso. La sangre forma una línea que se extiende desde el lugar del que partieron sus penas.
Enamorado de la musa apolínea, de la hembra de carácter de fuego y dulzura de agua, se debate entre dos destinos: la muerte rápida y la muerte lenta.
Montó una mujer perfecta con sus manos. Los pechos tenían el tamaño que siempre buscó. El contorno de cintura fue el que siempre quiso apretar. Las piernas, de un largo para rodearlo en un círculo estrechamente consumado.
Pasó la lengua por los labios de la estatua y marcó la línea de lo que sería la carne blanda de una boca.
Deseó que una lengua respondiera. Todos los días deseó esa lengua.
De esa mujer, “sin vagina…”, (advirtió).
Rearmó su proyecto con un cincel. Marcó la forma entre las piernas. Una prostituta lo ayudó en el modelo y permitió que tallara los mismos pliegues que tenía su vagina real.
Esa noche, Pigmalión ofreció un sacrificio humano. Pasó la lengua por los labios de mármol (luego de bañar la estatua con la sangre de la prostituta).
Esta vez, la lengua respondió el llamado.
No sabe si primero sintió la humedad de la saliva o el aliento vital.
Unas manos frías tomaron las suyas y las llevaron alrededor de la cintura de mármol que se contorneaba.
Ella lo recostó suavemente en el piso.
La sangre fue directo a su miembro.
La estatua abrió las piernas con fuerza,mientras su temperatura aumentaba desmedidamente.
La rajadura creció hasta convertirse en agujero, para que él pudiera penetrarla.
El mármol de dureza incómoda cedió hasta volverse seda.
Acarició los muslos, suaves ahora,
Ella comenzó a gritar…Él sintió una incomodidad profundad.
La piel de la estatua se puso rugosa.
Las manos blancas de él resaltaban ante la piel de ella, verde.
Sintió un dolor en el pene, ¿estaba moviéndose entre escamas?
Mientras la estatua se retorcía de placer, algo asomaba de la cabeza tallada en piedra.
De su abertura brotó una sustancia verde.
Y esa verdocidad se mezcló con su sangre.
En el momento en que ella tuvo un orgasmo, las serpientes vivas asomaron tímidamente desde su cabeza.
Pigmalión , llorando, goteando sangre, se arrastró lejos.
Él amaba a las musas apolíneas, a las vírgenes de mármol blanco.
Pero terminó llevando al orgasmo a la más vengativa de las hembras.
Imagen: Enzzo Barrena
Enamorado de la musa apolínea, de la hembra de carácter de fuego y dulzura de agua, se debate entre dos destinos: la muerte rápida y la muerte lenta.
Montó una mujer perfecta con sus manos. Los pechos tenían el tamaño que siempre buscó. El contorno de cintura fue el que siempre quiso apretar. Las piernas, de un largo para rodearlo en un círculo estrechamente consumado.
Pasó la lengua por los labios de la estatua y marcó la línea de lo que sería la carne blanda de una boca.
Deseó que una lengua respondiera. Todos los días deseó esa lengua.
De esa mujer, “sin vagina…”, (advirtió).
Rearmó su proyecto con un cincel. Marcó la forma entre las piernas. Una prostituta lo ayudó en el modelo y permitió que tallara los mismos pliegues que tenía su vagina real.
Esa noche, Pigmalión ofreció un sacrificio humano. Pasó la lengua por los labios de mármol (luego de bañar la estatua con la sangre de la prostituta).
Esta vez, la lengua respondió el llamado.
No sabe si primero sintió la humedad de la saliva o el aliento vital.
Unas manos frías tomaron las suyas y las llevaron alrededor de la cintura de mármol que se contorneaba.
Ella lo recostó suavemente en el piso.
La sangre fue directo a su miembro.
La estatua abrió las piernas con fuerza,mientras su temperatura aumentaba desmedidamente.
La rajadura creció hasta convertirse en agujero, para que él pudiera penetrarla.
El mármol de dureza incómoda cedió hasta volverse seda.
Acarició los muslos, suaves ahora,
Ella comenzó a gritar…Él sintió una incomodidad profundad.
La piel de la estatua se puso rugosa.
Las manos blancas de él resaltaban ante la piel de ella, verde.
Sintió un dolor en el pene, ¿estaba moviéndose entre escamas?
Mientras la estatua se retorcía de placer, algo asomaba de la cabeza tallada en piedra.
De su abertura brotó una sustancia verde.
Y esa verdocidad se mezcló con su sangre.
En el momento en que ella tuvo un orgasmo, las serpientes vivas asomaron tímidamente desde su cabeza.
Pigmalión , llorando, goteando sangre, se arrastró lejos.
Él amaba a las musas apolíneas, a las vírgenes de mármol blanco.
Pero terminó llevando al orgasmo a la más vengativa de las hembras.
Imagen: Enzzo Barrena
viernes, 11 de noviembre de 2016
Infinitos
Perdida, como la bala que dio en el inocente.
Como ayer, cuando no podía señalarme en un reflejo,
cuando la sombra se hizo esencia y no accidente.
Piso la balanza con la fuerza de mi materia grave.
(Fijo un rumbo para encaminarme,… tal vez para encaminarte).
cuando la sombra se hizo esencia y no accidente.
Piso la balanza con la fuerza de mi materia grave.
(Fijo un rumbo para encaminarme,… tal vez para encaminarte).
Viví tanto tiempo sin vos,
Que sé habitar la ausencia. Y puedo ser mujer e ideal.
Que no reclama primavera,
Que se ríe de la lluvia
(porque caminé… sin miedo de lo terrible y aterrorizada de lo bello).
Que sé habitar la ausencia. Y puedo ser mujer e ideal.
Que no reclama primavera,
Que se ríe de la lluvia
(porque caminé… sin miedo de lo terrible y aterrorizada de lo bello).
Cuando chocamos, no hubo accidente,
No hubo destino.
Mi mirada dio en la tuya.
Como bala.
(Perdida).
No hubo destino.
Mi mirada dio en la tuya.
Como bala.
(Perdida).
jueves, 10 de noviembre de 2016
Plutón en las entrañas
Voy a caminar...
A guardarme algunas penas
y a escupirte mis victorias.
Estoy tan sucia como vos.
y a escupirte mis victorias.
Estoy tan sucia como vos.
Voy a caminar.
A caminar sola durante la noche.
O a cruzarme con un policía.
O con otro loco que salió bajo esta lluvia.
A caminar sola durante la noche.
O a cruzarme con un policía.
O con otro loco que salió bajo esta lluvia.
La humedad ya conquistó mis medias,
pero vencí dragones más furiosos.
No sé a ustedes,
a mí me persigue la muerte.
pero vencí dragones más furiosos.
No sé a ustedes,
a mí me persigue la muerte.
(Pero yo) Voy a caminar
este impulso sincero,
este deseo eléctrico que nació detrás de mis ojos
Y murió en el dedo del pie.
este impulso sincero,
este deseo eléctrico que nació detrás de mis ojos
Y murió en el dedo del pie.
Voy a caminar
rápido y firme…
rápido y firme…
(Porque yo) podría caminarte toda la noche,
luz tenue y mojada de esta ciudad.
Voy a guardar esta fuerza, lo prometo,
del dolor de tus vientos sureños,…
del olor putrefacto de pantano encubierto.
Te anduve fiel durante décadas,
así que dame adiós, dame adiós en tu nostálgico cielo gris.
Y dame un beso, con tu mueca triste de ciudad de bien para otros.
Y caminemos juntos estos últimos momentos.
Juntos, yo y vos, el peor de todos los que amé.
luz tenue y mojada de esta ciudad.
Voy a guardar esta fuerza, lo prometo,
del dolor de tus vientos sureños,…
del olor putrefacto de pantano encubierto.
Te anduve fiel durante décadas,
así que dame adiós, dame adiós en tu nostálgico cielo gris.
Y dame un beso, con tu mueca triste de ciudad de bien para otros.
Y caminemos juntos estos últimos momentos.
Juntos, yo y vos, el peor de todos los que amé.
Pintura: James Guppy, 2010
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