viernes, 12 de agosto de 2011


Algo que deberías saber de mí es que mi permanencia no logra extenderse.
Soy el pedazo grosero, de algún grosero al que le gusta deshacerse.


Mientras fumo cigarrillo tras otro, y me río al recordar las cosas que hice,
encuentro el sueño que buscaba.
Ahí está.


Ella me mira de reojo. Sabe que no tiene que confiar en mi.
Yo sé que lo sabe, y me pongo las mejores ropas que encuentro.


No sé que hace, pero intenta pasar desapercibida (¡como si no la oliera!).
Ese juego no es el mío, amor.


"No", me contestó ayer. Como si su "no" me importara.
Gracias deberías darme por ser egoísta, y si llegamos hasta acá no fue por tu luna serena, sino por mi mar apocalíptico.


En medio de la tormenta, me desentendí de tu destierro. Yo logro escapar, siempre.
Estaba lloviendo cuando me fui hoy, y escuché que me hablabas.
 Una sedosa voz de hilo jugaba en el salpicar de las gotas, y entonces nos fundimos.


A veces te ayudo, ¿cierto?
Que oscuro está el cielo.

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