domingo, 11 de septiembre de 2011

Jornadas de lo auténtico

En mi jardín, es invierno y verano a la vez.
Hoy quizás me estén esperando, 
pero el sol es dulce y no pienso moverme.
El pasto, viejo y dejado, me recuerda que ya estuve aquí.

La visión propia de la casa que fui: 
el desayuno lleno de palabras,
y las personas que asisitieron a mi vida 
caen de a una para sumarse al café.

Me escapo traviesa y me echo cerca de la pileta;
el agua estancada y verde y oscura 
me sugiere aventuras mágicas
(y que un cocodrilo habita en ella).


Mi madre me reta como si tuviera cinco años,
porque en vez de estar en la mesa para el almuerzo,
miro la pileta durante horas,
y rescato a las hormigas que están por morir.


"No cambiamos" (dice ella),
sino que adaptamos nuestro personal destello único al tiempo,
que me espera en mis rutinas, pero que no espera.
El tiempo enseña, a ser lo que somos. 



 





 

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