Mis palabras son de aire, porque no tengo palabras.
Camino en los confines de mi propia historia,
y miro de cara a la melancolía.
Cerca de este mar, no tiene fuerza lo que duele,
un farol en la noche ilumina una luna como maqueta de mis cuentos.
Me vuelvo a deshacer en sus palabras,
y siento que no sé dónde estoy.
No me envuelve ningún tipo de conciencia,
solo existo en esa mañana solitaria.
Una mano me recuerda cuál es mi especie,
y logro articular estas pocas coherencias.
Un hilo lleno de sol y luminosidad
me ata en mi corazón.
Recordaré que anduve por mares de criaturas mitológicas
(protegida en su abrazo),
Recordaré cuáles son las cosas que me salen bien,
porque bailé con un hombre de la isla de Pascua.
Un rey comunista me dio un amuleto de la suerte,
mientras lo viejo y lo nuevo se fundían en ese tambor que suena lejos
(¿o era mi corazón?).
Porque terminé con lo malo en una hoguera gigante,
y reinicié mi vida rodeada de piratas.
Porque perdí cosas que no importaban,
pero me importaron las cosas que no perdí.
Que a veces soy sueño y no mal recuerdo,
y que el mejor lugar del mundo es en muchos lugares a la vez.
Cuando fui lagarto fui reina.
Me lo dijo el viento en la playa.
Me subí a la bicicleta.
Y llegué a la mitad de mi propio mundo.
Tan frágil que desaparezco en el aire...
cuando vuelva, seré la reina.
Cuánto hay de mí en vos.
La reina lagarto, mi favorita
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