viernes, 10 de agosto de 2012

Estoy acá.
¿Estás ahí...?
¿Te puedo contar algo?
No me digas que sí, si no.
No importa, no tenés que contestarme.
Podés seguir haciendo lo que hacías.

Tal vez porque escuché buena música o, simplemente, porque la semana desacelera
-y todos sabemos cómo nos trató esta semana-.
Porque hice una cena para cinco y viene nadie;
porque de tres llamados, cuatro eran de llanto si cuento ese mail.
O porque hice un mal movimiento y me lastimé físicamente y soy maricona de dolores,
 o porque ya no me enamora una sonrisa, pero sí cualquier chiste tonto.
O porque me asusta ser delirante al estar bien y no entender la gravedad de los problemas,
o porque el mundo es raro y tengo demasiado recuerdo del mundo.
Porque vi durante estos meses cómo mi pares se bajaron de la vida
-y yo la encuentro sencillamente asombrosa-.
O porque puedo ser un niño con arrugas,
o porque aún espero que vuelvas por mí.
O porque los que regulan deseos siempre me dejaron afuera del sistema,
o porque quiero compartir todo esto con alguien.
Porque me leés, abrís la boca y no sabés qué decirme,
o porque no sabés cómo atajarme.
O porque mi abrazo es real
-no me dejes seguir en vano-.
O porque yo soy de verdad.

Tengo miedo. 
Y a veces no tengo respuestas ni preguntas.
Solo ojos llenos de asombro por todo lo maravilloso que existe.
Estoy donde siempre, por si me andabas buscando.
Y todavía no sé quién soy, pero me gusta cuando río.
Me gusta que comentes mis tonterías y hasta que me critiques.

Tal vez, hasta me guste tener miedo,
porque quizás no sea más que saber que aún me interesan las cosas
o porque tengo esperanza.
O porque alguien tocó a mi puerta y no cené sola,
o porque me llamó un amigo borracho desde una exposición y  me hizo reír.
O porque me duele menos la herida,
o porque estoy haciendo vida.
O porque, simplemente, importa. Todo esto. 







El que quiera vivir, que dé el primer salto.



No hay comentarios:

Publicar un comentario