Sus ojos miraban hacia atrás porque se habían detenido en algún punto de la historia.
Por lo menos para mí, porque esa historia había sido mía.
Todo era distinto; nosotros éramos distintos: inocentes y crueles, grandes y niños.
Redimidos y condenados.
En el medio, un vacío.
El tiempo se acerca a nosotros a través de combinaciones insólitas.
E insólito era poner esa cara que conocí, tantos años atrás, en aquel pelo grisáceo.
Parecía la escena forzada de una película olvidable.
Las expresiones eran de otros sentimientos y, sin embargo, eran las mismas.
Solo pude pensar en mí y cerrar ideas.
Mi camino parece signado a veces por esa interpretación libre de un recuerdo.
No se repite una y otra vez, pero a veces se respira y a veces ahoga.
Pero, a fin de cuentas, se va disolviendo en las novedades de la vida y vuelve a ser la pieza de un rompecabezas que se ha perdido en la sala de juegos.
"No es más que una amenaza", me repito.
Bajo mis ojos y emprendo mi retirada.
El suelo espera mis labios
y el rey reclama justicia.
"Voz de mil almas que se encontraron,
me dejaste en un valle perdido.
Hablan tus voces de fuego robado,
noches irónicas del olvido.
Espíritu de uno de mis tantos pueblos pisados,
Se levanta de la tumba de reinas decapitadas por verdugos intemporales.
Y sin embargo, mis sentimientos tristes y epocales
se van con mis años coloridos y un poco dejados.
Cuando reconozcas donde habito,
y saques tu alma de mi alma,
la música sonará distinto,
Tu magia es mi magia.
Siempre sabe lo que digo.
Siempre supe lo que piensa
Creí que solo era un impulso,
pero no, también fue la tormenta".
B.
Cuadro: Paula Dagostino
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