jueves, 27 de septiembre de 2012

Cuando soy de mi cuerpo

Tu víctima sigue en mi jardín.
Yo puedo ser negra como flor de la noche
que de luz opaca al mundo.
Y puedo callarte en mis silencios...

Esos silencios clave de compañía,
efectos precarios te sugieren mi boca.
Se desliza por el agua que me tiñe,
me deslizo en la curva de esta espalda.

No soy frágil
y alguien me dijo "etérea".
Pero te recuerdo -en el oído-
que escucho la tierra anhelada.
Y soy tan real como estas manos que te tocan.

Escalaste mi propio ser,
tu olor es el mío.
¿Qué importa mañana?
Tengo la fragilidad algo promiscua...
Romance con la carne,
ojos de puta,
angelical la sonrisa.

El miedo es beso,
el más osado...
el más terrible...
el más íntimo.




  Foto: Marina Mangieri                                                                               




miércoles, 19 de septiembre de 2012


Tenía una carta de mi amigo argentino.
Cuando me dejó en la terminal, me dio un papel.
Mientras yo esperaba el micro y transpiraba como oso polar, la leí; y mientras abría con dificultad el papel doblado, improvisado, pensaba en cómo explicarle vía mail que, si bien me parecía un hombre agradable, yo no tenía ganas de tener nada con nadie.
Supongo que nadie sabrá sobre esto, porque al abrirlo, lo único que encontré fueron datos que él creía que yo podría llegar a necesitar; lugares donde debía parar; parques que no debía dejar de visitar. Y, pero no menos importante, comidas que tenía que probar.
La carta se me perdió, al igual que buena cantidad de papeles que había juntado.
Nunca fui muy atenta. Y menos ahora: pienso operar con las responsabilidad mínimas, y el único objetivo del juego consiste en no perder el pasaporte.
Teniendo en cuenta que hasta perdí buena parte de mi pelo, ayer tomé la decisión de darle ese documento importante a la dueña del hotel para que lo guarde en su caja fuerte.
Volviendo a la no carta de amor, en ella, mi amigo me enumeraba todas esas comidas y bebidas que, si uno las pasa por alto, jamás podrá confirmar a la humanidad que ha estado en un lugar, que ha saboreado el gusto de cada tierra: papaya, guanaba, pitihaya, granadilla, tomate de árbol, quimbolitos, trigillo, empanadas de viento y de morocho -de verde también-, encocados de pescado, etc
Es cierto.
Pero tengo una objeción: no lo es en mi caso. Mi forma de relacionarme con un lugar consiste en caminarlo en soledad y en silencio; en recorrerlo, por lo menos, una mañana, una tarde y una noche.
La caminata de la mañana ya había ocurrido. Justamente, fue una mañana sin sol, y, al alejarme del pueblo, pude ver montones de pescadores con sus redes.
Podría haber sacado fotos increíbles, pero necesité caminar sin nada. Había algo de viento, ese viento que tiene el encanto descarado que solo se le permite en la playa.
Insisto en que no recuerdo qué cosas debía probar. Pero yo camino, me relaciono de a ratos con la gente de la zona y, de esa manera, me conecto con el corazón de lo que habito. También lo hago a través de esas situaciones que me hacen ser yo y nadie más; a través de mis errores y tonteras y de despertares junto a hombres que no conozco.

Con poca dificultad me levanto de la cama (sola). El rayo de sol que suele entrar no ha aparecido. El vidrio parece algo empañado, huelo agua. Con angustia, descubro que llueve.
Repaso cómo era la costa con lluvia. Arena, mar... y truenos.
Mardel con lluvia era igual a "Sacoa", cine, teatro, churros "Manolo". No parece opción: "Sacoa" se extinguió, el cine y el teatro más cercanos están a doscientos kilómetros y churros "Manolo", frente al otro océano.
Se me ocurre buscar a mis amigas para que inventemos algo, pero recuerdo que la que realmente es mi amiga tuvo suerte anoche, así que ahora debe estar en brazos de aquel hombre que supo ganar.
Apenas conozco a la otra, y no me resulta tan divertida. Es más, mientras practico en mi mente una charla con ella, me doy cuenta de que no recuerdo su nombre.
Me pongo la única campera con capucha que tengo, dispuesta a escapar del hotel. En mi carrera escaleras de madera hacia abajo, casi resbalo... Debo tener cuidado, algún día podría rodar por ellas.
Cuando veo que no hay moros en la costa, corro hacia la playa.
La arena con pintintas mojadas me causa una sensación agradable cuando la piso. No dejo de correr sujeta a ese impulso con el que ya venía. La lluvia me golpea la cara cada vez más fuerte, y río... Acá no existe seriedad, y toda forma de felicidad, por más infantil que resulte, es válida.
Subo al pueblo por aquellas escaleras que ya conozco de memoria: al costado, la ronda de hippies apenas detecta que he pasado a centímetros y la arena ha volado en dirección a ellos.
Bajo el efecto de la tormenta, todo se ve nuevo. Para empezar, no hay nadie y es la primera vez que tengo el panorama claro de las construcciones sin humanos.
En uno de los puestos en los que venden cosas, un artesano improvisa un techo. Me mira, me sonríe y deja al descubierto unos dientes blanquísimos. Me llama con la mano.
Me acerco y me refugio, sin desconfianza. Hay charla:
- Muchacha que confía...
- A veces...
- Igual, muchacha que confía hasta ahí. Piscis, ¿no?
Lo miro con sorpresa. También me río.
- Simpática... Hasta ahí. Pasas distraída todos los días. Te gusta el agua. Escuchas a los demás con atención.
- Algo así -contesto. Igual debo confesar que en algún punto dejé de escucharlo porque un pájaro atrajo mi atención (nota mental inconsciente: sí, soy distraída) -. Igual, yo no sé mucho del horóscopo y eso.
- Deberías saber más, así tu carga no sería tan pesada.
Me reí.
- ¿Te ayudo con el pelo? -preguntó. Sacó una tijera con la que cortaba los hilos que usaba para hacer pulseras.
Antes de contestar, me di cuenta de que ya había entregado mi cabeza. En pocos segundos, con habilidad y cuidado, me emparejó en pelo.
Me puso un pequeño espejo frente a los ojos: no estaba bien, pero no estaba mal. El pelo corto me dejaba en bolas frente al mundo, pero yo misma me había puesto en esta situación y debía hacerme cargo.
- ¿Desayunas? -preguntó y levantó la mano derecha con una cerveza fría y recién abierta.
- No, gracias, voy a ir por un café.
- Soy Stalin, Piscis. Cualquier cosa que tú necesites, sabes dónde encontrarme. 
Alguien lo saludó por su nombre:
- Hola, Stalin. Hola... Cristóbal Colón... -dijo, refiriéndose a mí. Stalin se rió. Yo me di vuelta, algo ofendida.
Esa persona que saludó no era otro que el chico de la guitarra, aquel que me había gustado. Así que me quedé con una semirespuesta en la boca. Stalin se rió: "Piscis está enamorada...". 


miércoles, 12 de septiembre de 2012

Under pressure

 Ana no podía recordar qué era lo que habían hablado la noche anterior. Estaba sujeta y atada a esa angustia que gira a través del cuerpo. Ni siquiera la lluvia logró sacarla de aquel silencio de intensidades confusas, de imágenes, sensaciones, nombres que se repetían su mente. 
No tenía interés o, mejor dicho, ya no tenía interés en descifrar la salida del laberinto a través de los nombres, sensaciones, imágenes.
Algunas veces había disfrutado de la lluvia rebotando en el balcón del edificio de enfrente, en tiempos anteriores, en los que podía distraerse en detalles. Ahora, todo era trascendente, globalizador y blanco y negro. Los colores fueron perdiendo diferencias cuando ella se puso diferente.
No podía recordar la charla, pero sí recordaba el vaso girando en el escritorio. Aunque sabía perder el control, las formas de perder el control fueron cambiando. La alienación y el olvido son los peores enemigos y estaban juntos.
Los años ya eran muchos y el recuerdo de todo, más denso. 
El agua no dejaba de caer y en algún momento recordó la charla. Eso fue todo. Esto es todo: mucho, nada. 


http://www.youtube.com/watch?v=xtrEN-YKLBM


- Tu silencio me preocupa... -decía el mensaje de Santiago.


¿Qué recuerdos tienen de su primer amor?
Yo tengo un buen recuerdo de él. Pero uno solo, porque todos los demás recuerdos de él son malos...
Teniendo en cuenta que parece que estoy tomando al -maldito- toro por las astas, puedo ver cómo se cumplió la sentencia que había en sus palabras crueles. 
Yo fui la contrapartida perfecta e idónea que un cruel necesitaba, porque era quien esperaba recibir los golpes.
"Nadie te va a querer nunca...". Si no lo dijo textualmente, lo dio a entender. Ese día, me quedé mirándolo, en medio de la nada de pasados difusos.
Como maldición, llevé eso conmigo gran parte de mi vida.
Éramos niños y crueles y románticos. No entendíamos nada, solo que el amor era la suma del que sufría y del que hacía sufrir.
Lo peor de todo fue que yo le creí. 
Pero, ¿qué pasó cuando entró un poco de luz? ¿Qué pasó cuando alguien me quiso, cuándo probé lo que era despertar enredada con alguien y girar por un colchón y no salir nunca de esa burbuja que se forma alrededor de dos cuerpos? Idas al cine agarrada de una mano; una cerveza y un beso seguro; dos ojos solo para mi, y el hecho de no tener que pelear contra todas las mujeres, o más bien, contra  una sola:  mi pulposa inseguridad. Cuando hubo un día a día y noche a noche, un mensaje respondido, una madre suegra que me conoció y regalos de cumple... desde ese día, nada volvió a ser lo mismo.
¿Qué hice yo? Me aburrí.
Aún poseída por la maldición, enloquecí y seguí corriendo, porque mis aventuras en busca del cáliz que  destruyera mi penoso recuerdo aún no habían terminado. Pero sabía que algo había cambiado: nunca más permitiría que nadie me maltratara.
Y volvió a pasar: alguien me "cazó" en medio de una jungla llena de animales. Yo me rendí y sentí cosas que nunca había sentido. Tuve la sensación del instante, del tiempo detenido y de nuevo la burbuja; tuve amor en carne, en mente, en alma. Lo malo se fue... por un rato.
¿Qué hice yo? Recordé el temor. Me asusté. Me alejé y lo alejé, porque cada paso era inseguro; la vida era angustiosa y oscilaba entre un te deseo y un te temo. Lo tenía, pero no. Algo no tenía... de él, de mí.
Los fantasmas volvieron y me atacaron.
El resto, el final lo conocen. El final sobre Paco y aquella noche del año pasado.
No estoy enojada con él, porque las cosas no podrían haber sido de otra manera. Esa estocada final terminó con un mundo hecho en bases a malas experiencias de amor; colapsó ese universo y dejó un vacío para ser llenado por cosas nuevas.
Con respecto a lo anterior, a ese primer amor, podría ponerme poética, dulce, enojada; superada, resentida, abatida, recuperada. Pero prefiero resumir: "Fuck off".

Puedo sentir su respiración contra el cuello. No es tan temprano, pero de alguna manera es como si lo fuera.  El viento que sale de su boca se siente tibio, no frío ni caliente. El aire comienza a convertirse en algo material, es un espacio de contenido; yo empiezo a sentirme molesta y atrapada, me ahogo. Me pongo los auriculares como puedo. Saco la mano, que estaba apresada por un costado, bajo el peso de su cuerpo. Tengo que girar en el intento, así que quedamos cara a cara en un intimidad molesta; nuestros ojos se esquivan porque esta cercanía implica un conocerse que ninguno de los dos quiere. Todo esto es accidental y hasta irritante: esta intimidad obligada nos irrita.
También nos irrita el paro de subtes, el cambio en nuestras rutinas matinales, el sentirnos manoseados física y moralmente por todos lados; el hecho de que el tren haya tardado tanto y el hecho de que tengamos que apretujarnos de una manera insólita. La comparación "vacas que van al matadero" ha pasado a ser un lugar común y nos para lejos de esta situación real... así que no, le analogía sería otra. Por lo pronto, puedo dejarme inspirar por Santiago que me preguntó si me habían tocado mucho.
- No, Santi, nadie me podía tocar, porque el tocar implica que hay algo diferente de mí y lo cierto es que todos éramos una masa sin forma...
Podría ir más a fondo y hablar de un dios panteísta, de un idealismo irónico, pero no, no es a lo que apunto.
De hecho, tampoco lo es esto. Así arrancó el viernes. Uno de los días de la semana siguiente a la partida del belga.
Creí que después de aquella invasión amorosa recuperaría las rutinas, pero comparto este pedacito de mundo con personas diferentes, que tienen su propios deseos, sus propias intenciones, su propia búsqueda del bien.
Acá estoy en un tren que nunca me tomo, tratando de llegar a un lugar al que no deseo llegar, apretada contra un hombre que ni conozco y que evita mirarme porque sin querer me tocó la cola.
Un suspiro colectivo me hace saber que afuera llueve: ese suspiro colectivo que simula un "noooo, lo que faltaba". 
Trato de aislarme del mundo que ya tanto molesta que provoca risa: dos personas hacen chistes en cada parada, en cada sacudón, en cada golpe. Los demás agradecemos esa buena onda, esa fuerza que nos recuerda que por pasar cosas así podemos decirnos "grandes personas". Por otro lado, cualquier acto de agresiva desazón es condenado a muerte.
Lo gracioso es que estoy como estuve esa semana de "matrimonio": invadida. 
Con todo el nuevo contenido de experiencia, con toda sensación nueva, con esta aventura aún latiendo por todo el cuerpo, puedo entretejer nuevas teorías del amor, de mi persona, de mis emociones, y todo en función de entenderme/nos un poco más.

Día uno: Besos, besos, besos.
Día dos: Besos, malos entendidos culturales, besos.
Día tres: Odio. Beso.
Día cuatro: BESOS. Empiezan los dilemas..
Día cinco: Lo odio. Besos. Dolor. Lo amo.
Día seis: ...¿Dónde estará? No creo que se haya ido... las cosas están acá...
Día SIETE: Besos. Casi perdemos el avión. Despedida. Se fue. Llanto descontrolado (dolor y alivio).

Aún todo es muy desordenado como para entender qué pasó, cómo pasó, porqué pasó. Aún me pregunto si debería entender; si fue mucha la atracción, el choque de energías que resultó en momentos increíbles y estados de guerra absoluto; en si debería intentar entender o simplemente dejarme arrastrar por los sucesos de este año: bajar la cabeza, pero no como avestruz, sino como alguien dispuesto a dejarse llevar, como alguien que confía en las fuerzas de los cambios, de lo que está viniendo. Cambios. Sí. Eso había dicho Dany. La misma noche que lo conocí, la misma noche que Julia fue mamá. La misma noche que llegó el belga. 
Después de eso, después de que él se fue, yo me aferré a la soledad.
Mis amigos me están buscando, pero con mucho cuidado, porque entienden que necesité estar sola.
Recién hoy, esta noche, Santi y yo nos comunicamos. Elucubramos un poco de qué venía la mano. Eso me dejó pensando.
Julia no para de decirme que su bebé extraña a la tía que vio una sola vez; Barbi me saluda tímidamente, y me arroja un par de mensajes formales; Cata desaparece y me deja desaparecer; Sol, por otro lado, reclama mi atención. 

- Lo.
- Sant.
- ¿Asustada? Mucha matraca pa vos, ¿no?
- Ja.
- Bueno, en serio. ¿Cómo estás, Lolita?
- Asustada... ¿vos?
- Hiperoptimista.
- Ahh, no me la creo. Me gusta oírlo.
- Sé lo que te pasa...
- ¿En serio? Ayudame.
- No te creas que tengo el don de leerte (cosa que es muy fácil en verdad, pibita)... pero tuve asistencia  divina.
- ¿Y rubia? 
- Sí, fue el tema de la semana con Sol. Te lo perdiste. 
- Actualizame.
- Creemos que Lola se asustó.
- Ah, pero eso lo sé yo solita - Me reí por primera vez en días -.¿Vas a hablar de mí en tercera persona?
- Me gusta oír esa risa. Y sí... es divertido hacer que hablamos de alguien más. Lolita se asustó porque dejó entrar a alguien a su vida: le dio la llave de su casa y él tuvo acceso a todos sus secretos. Ella no estuvo sola por siete días seguidos. Le gustó y la asustó. Fue la primera vez que sucedió eso que siempre quiso, que siempre la preocupó. Siempre temió que no sucediera y, al mismo tiempo, que sucediera.
- Me gusta su teoría..
- Porque a ella le gustan las contradicciones... es tan capaz de contradicciones, tan capaz de dar y recibir que esa parte de ella, que pone el caparazón porque cree que no lo merece, se enoja terriblemente, la castiga con pensamientos tristes. Y se olvida de lo importante...
- Chan.
- Que es tan capaz de amar que, inevitablemente, el amor va a llegar.
- ¡Y a irse!
- Se va a poner irónica, se va a poner "intensa", pero sabe que tenemos razón... Siempre supo que este chico se iba a ir, pero no debería quedarse con eso. Ella necesitaba una muestra de afecto, que alguien le demostrara que valía la pena, pero solo porque ella se propuso hacerse valer... con mucho esfuerzo, este año se alejó de personas que le restan y nos dijo: "Esto soy yo..."... ¿Qué estás haciendo, papa frita? ¿Qué es ese ruido?
- Me cambio -contesté.
- ¿Y que vas a hacer?
- A tomarme una cerveza a Antares... muero de ganas. Lo pensé toda la semana.
- ¿Con quién vas, papa frita? Yo estoy de cama, Sol no salía
- Sola. 












miércoles, 5 de septiembre de 2012

Fuera del tiempo y fuera de foco, esta soy yo en una tarde de verano.
Fuera de lo peor de mí y de esas oscuridades que me vuelven mi propio rehén.
Soy yo cuando no me exijo ser perfecta.
Soy yo en ese instante en que todo adquiere sentido, porque el sentido como concepto no importa.
Soy yo cuando no me busco, no (me) pregunto, no (me) revuelvo.
Soy yo en ese instante de momento justo y armonía, cuando nada es tan serio, pero sabemos lo que realmente importa.

Fuera del tiempo y fuera de foco, esta soy yo y no es mi mejor foto.
Pero cada día, cada mañana, despierto y aspiro a ese instante.
Porque me he levantado de caídas abismales y del manoseo engañoso de la sombra de lo eterno.
Este es mi gris, no blanco, no negro.

Fuera del tiempo y fuera del foco, esta soy cuando soy lo que soy.
No hay misterio, ni tragedia, ni milagro.
Una sonrisa.
Y vas a verme brillar.