Será que ya no me vuelo.
Aunque siguen ligeros mis ojos.
Nunca quise quebrarme las alas.
Y ya no me ahogo.
Aunque mi corazón -sí, mi "corazón"-
es bien húmedo.
Y me animo a la conmoción,
a la tristeza...
como una de las casas que habito.
Ahora siento que ardo.
Me abandono de sueños.
Olvido la melancolía.
Puede que te vea a la salida.
Todo se derrumba.
jueves, 29 de octubre de 2015
lunes, 19 de octubre de 2015
jueves, 15 de octubre de 2015
Acontecimiento
Atardece una historia en un lugar de Italia.
Hubo una pelea y alguien murió.
Perseo, vencedor, alza triunfante la cabeza arrancada de una gorgona. La enseña a los hombres y a los dioses por igual. Marca un instante en que el tiempo toma una dirección, concentra un sentido en el acontecer del mundo.
Neptuno, consternado, lo mira fijamente. Y se pregunta, entre lamentos, si no hubiese sido mejor que Medusa venciera a Perseo.
Perseo, vencedor, alza triunfante la cabeza arrancada de una gorgona. La enseña a los hombres y a los dioses por igual. Marca un instante en que el tiempo toma una dirección, concentra un sentido en el acontecer del mundo.
Neptuno, consternado, lo mira fijamente. Y se pregunta, entre lamentos, si no hubiese sido mejor que Medusa venciera a Perseo.
martes, 13 de octubre de 2015
Todo fluye
Miro por la ventana y veo un todo que aún no forma un todo.
Cada detalle de cada nuevo edificio de este piso once
-algo diferente para mí, que era planta baja al centro-
va formando esa totalidad novedosa que no termina de concentrar mi atención.
¿Cuánto hay del mundo en nuestras historias que el mundo llevará al olvido?
¡Y cuánto mundo hicimos en las horas de nuestros días!
Como mediadores musicales soportamos nuestras penas,
Mientras los sacrificios más sagrados nacen de los centros más profundos.
¿Cómo me verá este mundo,
ahora que camino en otras calles?
Porque dejé en poder del fuego las galaxias que fueron mías.
Y agradecí a todos los dioses inventados el haberte conocido.
Y desde el fondo de los gritos de la gente, del infierno,
esta vez fue mi grito el que hizo eco en el gris de las calles.
Puedo ser vértice y bisagra de ideas infinitas
El vacío permeable de este clima.
La certeza absoluta de que sí existe amor.
Puedo ser una ciudad. Puedo.
Y mis palabras por fin sonaron reales y creíbles.
No me des más soluciones infantiles, ego destrozado.
Dame amor. Quiero amor.
Te voy a dar amor.
Voy a caminar en otras calles.Y ya no seré la misma...
Cada detalle de cada nuevo edificio de este piso once
-algo diferente para mí, que era planta baja al centro-
va formando esa totalidad novedosa que no termina de concentrar mi atención.
¿Cuánto hay del mundo en nuestras historias que el mundo llevará al olvido?
¡Y cuánto mundo hicimos en las horas de nuestros días!
Como mediadores musicales soportamos nuestras penas,
Mientras los sacrificios más sagrados nacen de los centros más profundos.
¿Cómo me verá este mundo,
ahora que camino en otras calles?
Porque dejé en poder del fuego las galaxias que fueron mías.
Y agradecí a todos los dioses inventados el haberte conocido.
Y desde el fondo de los gritos de la gente, del infierno,
esta vez fue mi grito el que hizo eco en el gris de las calles.
Puedo ser vértice y bisagra de ideas infinitas
El vacío permeable de este clima.
La certeza absoluta de que sí existe amor.
Puedo ser una ciudad. Puedo.
Y mis palabras por fin sonaron reales y creíbles.
No me des más soluciones infantiles, ego destrozado.
Dame amor. Quiero amor.
Te voy a dar amor.
Voy a caminar en otras calles.Y ya no seré la misma...
viernes, 9 de octubre de 2015
Nostalgias
Había algo en San Telmo que tenía que ver con protección, con volver a un lugar inmaterial en donde encontraba lo mejor de mis experiencias, ese costado de mis historias que me llevaba a sonreír.
Una seguridad que no podría describir más que con los olores de la memoria, esos que, en general, se explican con galletitas...
San Telmo era comer bizcochitos Canale mojados en café con leche.
Era poder vislumbrar mi cuerpo de cuatro años, increíblemente sensual y pulposo, que despedía ese olor a agua de verano, después de revolotear como nadadora olímpica en la pileta de treinta centímetros de profundidad de mi abuela y competir por el trofeo de sus abrazos.
El esplendor de la vida era completo cuando veía enredos épicos y amorosos en el mismo programa en el que mi hermano sólo veía la lucha entre el bien y el mal: He-man.
Parece que siempre fui de pasiones desenfrenadas e intensas, pero no podía dejar de preguntarme, con mis reflexiones filosóficas de tantos meses de vida, y la sabiduría ardua del jardín de infantes, si el vecino de enfrente, con el que jugábamos al Auto Fantástico y me levantaba del piso para besarme porque era más alto, me amaría siempre, y si las tardes en París se sentirían así.
Foto: Daniel Katz
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