Vi huellas de sangre mientras apuraba mi paso en Constitución. Podría haber tomado otro camino, pero nunca cambié mi rumbo... Coincidía con las pisadas.
Alguien me advirtió de lo malevo de la sangre. Fue extraño que usara esa palabra.
"No tengo miedo", le dije. Y seguí el camino de las pisadas rojas. No eran pies humanos.
Ese fue el día que lo conocí.
Foto: Daniel Katz
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