jueves, 31 de diciembre de 2015

La liebre iluminada

La liebre iluminada no sabe si tiene miedo.
La verdad es que nunca supo sentir el miedo.
Nunca llenó el espacio de su propia existencia,
como si calzara un zapato al que le deja un vacío.

La liebre iluminada no sospecha nada aún,
no tiene idea qué tan poco se conoce ni cuáles son sus posibilidades.
Transita de noche un camino, cree en una vida en línea recta,
No se pregunta qué pasa alrededor.

Cada vez que cruza la calle (repitiendo un ritual, repitiéndose ella misma),
un farol la encandila, la vuelve lo que es.
Ella se paraliza y no sabe qué siente, pero algo siente.
Después lo olvida y regresa por donde llegó.

El problema de la liebre iluminada comienza cuando cree escuchar una voz
"Lo hiciste bien. Basta".
El problema comienza cuando lo que cree que siente se aloja en su cuerpo,
se hace presencia.

Cuando vuelve a cruzar la calle,
la liebre iluminada no puede evitar sentirlo.
Sí, Es el miedo.
Y decide moverse por primera vez.

Abandonará su alienación,
ya no será liebre iluminada,
liebre de soledad absoluta.
Se moverá.

Para alejarse.
O para ir al encuentro de aquello que la había encandilado.



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