miércoles, 28 de diciembre de 2011

Love like sunset Part. II

Realismo mágico.
Es lo que abunda en la ciudad que habito: esa ciudad que me vio nacer en muchas formas, innumerables veces, y que me verá morir una y otra vez aplastada en sus calles; desde su fondo, el río me trajo lluvia pantanosa y me sugirió en humedad, me arrojó padecimientos y me curó en romanticismos, en poemas y poetas, música de todos los mundos posibles; y ese auto lleno de alegría que suele pasar por mí; y un guiño patológico, que me declara porteña en materia y forma, llega de cada rincón del mundo para decirme: "No estás sola, ven a visitarnos".
Realismos mágicos.
Me vistieron de otoños, primaveras, veranos e inviernos, pero mi corazón es en una playa; en colores opacados me sigue llegando esta ceniza que no es de la nuestra, y un grito desesperado me arranca de mi sueño: "Lola, te tenés que ir".
Realismo mágico: mi mejor versión. El año se murió hace rato en Buenos Aires, y yo, que sobrevivo, voy a buscar lo nuevo.
Giro esta cabeza que tengo y veo cómo mi casa me llora desde todas nuestras alegrías; y todas las Lolas que puedo ser me miran, cada una desde la ventana que la llenó de sueños.
Un viento áspero, al que le atribuyo magia intensa, levanta mi pollera y me hace perder todos los papeles que llevaba. Trágicamente, corro tras las hojas y descubro que se aleja de mí ese pedazo de papel que decía "Volveré por ti".


- Me voy, mañana me voy -le dije a un chico que yo no conocía, pero que estaba sentado en aquel sillón.
Daro y Barbi me miraban y se reían. Me llamaron y yo no fui, pero él vino a buscarme.
- "Cabezota", llegó el día. -me dijo, y miró con ganas mi cigarrillo -. No lo podés creer...
-Te voy a extrañar -dijo Barbi. y sus ojos verdes se posaron en los míos. Me agarró la mano, con mucha fuerza, como si no fuese a dejarme ir.
Cata estaba también, pero no hablaba con nadie. Aún estaba bronceada por el viaje que había hecho semanas atrás. Y había mantenido su color concurriendo diariamente a la pileta de su edificio. Recordé a la Cata del 2010: una mujer neurótica y exitosa que le huía al sol, vestida siempre de negro, con aquella alegría amarga que reflejaba su rostro. Sus chistes eternos y su frialdad frente a las cosas se habían desarmado la noche en que había llorado frente a todas: "Nunca voy a ser feliz", confesó en un bar en Palermo. Y nosotras, que nunca habíamos visto llorar a la nena cruel del grupo, nos encontramos consternadas, esperando que en algún momento rematara esa confesión con sus sarcasmos. Pero no, Cata había madurado; Cata había amado y había perdido, y cuando descubrió que el mundo no era obra de un matemático, se encontró tan perdida como yo. Esa noche, el año pasado, recuerdo que agarré su mano; ella me soltó y se fue al baño. Al volver, decidimos ir a bailar.
Desde entonces, nunca volvió a ser la misma; su amado Fernet fue un poco más amargo de lo que lo era antes.
Pero ahí estaba ella, siempre presente y entera. Le había encontrado la vuelta, y los cambios a los que había sometido su estructura la estaban volviendo una persona nueva, una mujer sensible y llena de equivocaciones: era más perfecta que nunca.
 Vio que la miraba, me sonrió con madurez y me buscó un trago. Esa fiesta era mi despedida.
- ¿Cómo se va a llamar el "blog"? -me preguntó. No me sorprendió que quisiera saber, porque si bien no parecía relacionarse con ningún tipo de arte, apoyaba las ganas que yo tenía en expresarme de tal manera. De hecho, cuando mi hermana exponía sus dibujos, era la única de mis amigas que participaba. Ella. La contadora.
- No tengo idea... -le contesté, con sincero desconcierto. Y así era: tenía material, tenía ganas, pero no tenía un nombre.
- ¿Tenés alguna buena idea?
- Ni una -contestó, saboreando su trago -. Vos viste que esto no es lo mío.
-Supongo que ya aperecerá el nombre. Después de Ecuador.
Un Daro muy borracho me hizo dejar "pagando" a Cata: me agarró por la cintura y me hizo llegar hasta el medio del salón.
- ¡Bailemos!
Barbi nos seguía de cerca, porque ella y Daro no se separaban desde hacía semanas. Y sí, yo casi me sentía partícipe de esa unión. Siempre me había gustado él para ella. Y él la había "remado" un buen tiempo hasta que mi amiga aceptó una salida. Hoy ya se veían todos los días, y Barbi empezaba a confesar que lo extrañaba. Él, por su lado, estaba dejando de fumar porque a ella le molestaba; la acompañaba a correr todos los días y me había llevado a Galerías Pacífico para encontrarle un buen regalo.

"Bueno, veamos que le podemos comprar a tu amiga... ¿Qué contás vos? ¿Seguís fumando?".
Lo miré de reojo: "Salgamos a fumar un cigarrillo".

-Viste que dejó de fumar -me dijo Barbi.
- See... -le contesté, sin mirarla.
Me parecía una situación de lo más dulce.
- Así que te vas... -me dijo el "pibito" con el que hablaba en el sillón, que había venido tras mis huellas -¿Me vas a dar tu teléfono?
- No, pibe... -le dije sin mirarlo, y de manera muy antipática. -. Porque me voy a vivir a otro país para siempre -rematé, de manera trágica. Claro que él sabía que eso era mentira: yo misma se lo había dicho antes.
Barbi y Daro lo echaron, porque esta noche era para mis amigos, y él estaba de más.
Juampi lo miró con pena, mientras se acercaba con Sol y con una botella de "champagne" en la mano.
- Espantaron al nene...
- Es un pesado -le contestó Barbi.
Sol se rió: "Es lindo ese chico, creo que es amigo de Nico".
Esa observación no era menor, así que sin dismulo, volví mi cabeza hacia aquel "pibito" claramente menor que yo. Nos seguía desde que llegó, y yo me había "despachado" con tonterías cuando me estanqué en el sillón, borracha, y él se echó a mi lado, esperando la oportunidad de sorprenderme con algún buen chiste.
Sí, no era nada feo.
Unas manos me tocaron la cola, me di vuelta rápidamente y la vi aparecer a Julia. Julia y la pequeña panza que ya asomaba, despierta a las tres de la mañana porque me quería demasiado como para sentirse embarazada y no estar en mi última noche en Buenos Aires. Me reí y la abracé.

-Ella es el mono, ¿no? - Me sorprendió una chica. Era extraña, y aunque no podía definirla como muy hippie, el aire que acompañaba su estilo era poco porteño. Estaba con mi hermana.
El comentario fue respondido por una cara de: "No entiendo nada".
- Ella es Tina, te hablé un montón sobre ella.
Enseguida la situación adquirió sentido: ambas, mi hermana y Tina, estaban interesadas en descubrir los misterios del horóscopo chino; o mejor dicho, de cualquier horóscopo. Gracias a mi hermana, yo tenía un zoológico en mi cabeza.
- Esa cabecita... va a buscar paz.
No pude hablar mucho con la famosa amiga de mi hermana, que me agarró la cabeza mientras me decía lo que me dijo. Yo había escuchado mucho sobre ella, pero esa noche no la pude conocer más, y esas fueron las únicas palabras que cruzamos.
Juampi fácilmente se convirtió en una de las almas de la fiesta; fiesta organizada por Sol en un salón de su edificio. Barbi había sido designada para la ambientación, pero en ningún momento pudo obrar libremente frente a los designios de Sol.
Eso se notó en lo pujante de las cosas entre ellas. De hecho, ya había habido cruces durante la noche.
- Acuarianas locas... -me comentó mi hermana -.Ya vengo, voy a calmar esos aires.
Daro y Santi, que casi no se conocían, encontraron puntos en común que los volvieron cómplices: ambos estaban dejando de fumar. Santi estaba más tranquilo que nunca, porque tenía su propio viaje que organizar; su propia historia. El mismo día en que yo llegaba a Buenos Aires, él partía hacia Colombia: "Sería gracioso cruzarnos en Ezeiza", me dijo entre copas.

- Pero, ¿y cómo te llamás? -insistió el chico que yo no conocía.
Mis amigos lo obligaron a darse por vencido nuevamente.
- ¿Quién es? -preguntó Barbi, mirándonos a todos, menos a Sol.
Nuevamente, Sol nos recordó que era amigo de Nico. Nico, a diferencia de nosotros, no solo era más joven realmente, sino que seguía saliendo cada fin de semana, y eso se notaba en el manejo de las relaciones sociales de madrugada: había hecho de mi despedida un boliche lleno de mujeres (que nadie sabía quiénes eran), y una tribu de hombres que bailaban y las agarraban. Creo que fue lo mejor que le pudo pasar a mi despedida.
Toda mi gente estaba al costado de lo que sería una improvisada pista de baile.
Solo una persona faltaba, una sola de las personas citadas y confirmadas.
Sofía no había venido porque estaba de viaje; Clara había sido mamá y ya estaba sufriendo la falta de sueño. Pero Coki se había adaptado fácilmente a mi grupo de amigas. De hecho ella había estado frecuentándonos, ya que a diferencia de las otras dos, no estaba en pareja y había quedado perdida.
¡Cuánto me había ayudado estos días! Experta en viajes, hasta me había traído el famoso cinturón de viajero, cuyo nombre "científico" desconozco.
Mi estómago hizo ruido y entendí qué era lo único en lo que nadie había pensado: "Chicos, tengo hambre", nos confesó Julia.
Nadie se había preocupado por la comida. Eran las tres de la mañana y nadie había cenado: nos habíamos juntado a las once de la noche, y de alguna manera, nos habíamos "colgado".
Abandonamos la fiesta que ya no era nuestra: juntamos cosas y partimos rumbo a "Corner", lugar de comidas rápidas, quiosco, minimercado; era todo eso junto.
Nico y Juampi se quedaron: Nico por joven, Juampi por tener un alma joven.

Después de terminar la llamada entré.
Julia ya estaba devorando una hamburguesa ante la mirada entre sorprendida y conmovida de su marido.
Daro y Barbi esperaban que una pizza se calentara en el horno de aquel lugar tan particular. Coki se acercó a ellos con varias botellas de Coca Cola, entre ellas una que era "Light".
- ¿Quién era? -me preguntó Sol, sin dejar de mirar los chocolates, entre los cuales iba a elegir uno.
- Blanco, ¿no?
- No sé, creo que voy por algo distinto.
- Era Ale. Estaba despierto a esta hora y me quería saludar...
- ¿Por qué no vino?
- Tenía un par de líos. Encima nos habíamos peleado, así que se quedó preocupado.
- ¿Por? Se pelean muchos.
- Pasamos mucho tiempo juntos... debe ser eso.
Nos habíamos peleado puntualmente el día anterior porque él me había reclamado una película durante todo el año: "Te la presté. Es mi favorita". Yo le juraba que se ya se la había devuelto, junto con las otras. En algunas ocasiones, hasta me había ofendido debido a su insistencia.
Lo cierto es que para desgracia mía, mientras revolvía mi casa buscando cosas, algo cayó de la biblioteca.
"Espero que no sea lo que creo que es...", pensé en cuanto vi el color naranja que me sonó familiar, la forma rectangular de la caja y unas letras negras que definían un nombre.
Lo llamé muerta de risa. Pero él no pudo evitar descargar su habitual "venenito" (así llamaba yo a su costado cruel, que de vez en cuando afloraba de acuerdo a su estado anímico). Obviamente terminó en discusión.
Este llamado no era exactamente una disculpa, por parte de ninguno, y sin embargo lo era.
"Te quiero, que tengas un excelente viaje", me dijo al terminar la conversación de esta madrugada.


- Sí... pasan mucho tiempo juntos -contestó Sol, restando importancia al tema. Barbi se acercó. Le dijo algo al oído: situación frente a la cual Sol se mostró fría y enojada, pero fue cediendo a medida que Barbi se puso insistente.
"Pelea de gallos" fue lo que había comentado Tina al respecto.
Se rieron.
- Igual, ya lo vamos a hablar.
Barbi se alejó con una sonrisa.
- No jodas, Sol.
Sol se hizo la indignada.
- No te hagas la indignada, si mañana te vas a olvidar. Nunca fuiste buena para las peleas, no sos resentida. Cuando te peleás con alguien te olvidás -le dije yo.
- Ahhh, mirá quien habla. Te voy a extrañar. - Me abrazó.
- De nuevo tu amigo -me dijo mi hermana que se acercó. Señaló, muerta de risa, hacia una de las góndolas.
Ahí estaba el "pibito" de la fiesta.
- Parece que nos siguió, Lola.
Trató de evitar el contacto visual con todos nosotros; los demás dejaron de hacer lo que hacían para echarle una mirada inquisitiva. Agarró un paquete de papas fritas con tanta mala suerte que hizo caer todo lo que estaba al lado. Nos reímos. Yo me ruboricé, porque eso hizo que le prestara más atención y descubrí que no era nada feo. Por otro lado, alguien capaz de generar ese tipo de situación tan torpe merece mi atención.
Sin comprar nada, caminó hacia la puerta. Jamás nos miró. Y se fue.

En el fondo, nunca habíamos pensado en volver a mi fiesta. Cuando todos nos fuimos, la fiesta había terminado. Por lo menos para nosotros.
Después de alargar esta cena improvisada y poco saludable, el sueño pudo más.
Yo tenía muchas cosas por hacer, y al otro día mi familia vendría por mí y de ahí directo al aeropuerto.
- Voy a pensar en todos -dije. Barbi me miró con ternura.
No soy buena para las despedidas... (¿ya lo dije?).
- Estamos exagerando -comentó mi hermana -. Chicos, se va 17 días nada más. Ni van a tener tiempo de extrañarla.
- Tengo que hacer el bolso...
- Me imaginé que no lo habías hecho -comentó Cata, y se rió -. Me pasaría exactamente lo mismo.
Julia me apretó el brazo.
- No -me dijo con seriedad-. No pienses en nadie. Este viaje es para vos.

No supe disimularlo. 
Dios, Julia tenía razón. Por primera vez en mi vida, no iba a pensar en nadie. Las cosas simplemente iban a suceder, y todos y cada uno de ellos iban a estar conmigo, porque lo habían estado durante todo el año.
Podía estar asustada, llena de emociones. Los iba a extrañar, pero una vez allá, ya no podría detener los acontecimientos. Todo se daría de manera natural, todo lo que había empezado a mover desde hacía meses.
- Ey Cabezota -dijo Daro -, tengo un par de nombres para sugerirte para el blog... todos tienen que ver con tu enorme cabeza, obvio.
- Cuidado con las tortugas de Galápagos... -comentó Santi, riendo como "pavote"-, a ver si te cruzás una tan torpe como vos y se te cae encima.
Exactamente ese había sido uno de mis miedos, pero como dije, ya nada podría detener lo que inicié. Porque yo así lo quería.
Me reí hasta llorar con el comentario. Y frente a la histeria colectiva de despedidas y chistes borrachos, yo empecé a caminar y los dejé atrás.
Lo hice no tanto de borracha, sino más bien de melancólica.
Nadie me vio, o por lo menos, esa era la idea.
Noté que Sol jamás me había quitado los ojos de encima, pero me dejó ir, como si pudiese leer mis necesidades.
Camino tan rápido que desaparecí de toda vista en minutos. Me imaginé que quedarían deconcertados unos minutos, pero, por mensaje de texto, le avisé a Barbi que yo estaba bien, que solo necesitaba caminar.
Era una mañana tan agradable: el viento del río, combinado con el calor, volvían primavera el verano. El olor me llevó a la playa. lugar al que llegaría en menos de un día.
Me crucé un grupo de borrachos que me sonrieron; lejos de mostrarme engreída, les devolví la sonrisa.
Si bien el año no me dio respiro, estábamos en una tregua, y desde lejos, ese enemigo mío aflojaba las cuerdas: había sido suficiente.
Un auto se me cruzó. Se detuvo. Abrió la puerta. Era aquel "pibito", que me había seguido.
- Voy para tu mismo lado -me dijo, sin mirarme, y se rió.
Me subí.


¿Nunca les pasó de haber amado tanto a Buenos Aires que terminaron por odiarla? A mi me pasó varias veces en un día, y sin embargo, estoy acá. Una fuerza oscura pero llena de vida nos ata a la avenida más neurótica y peligrosa del mundo, al subte más incómodo, a la humedad más intensa.
Pero ¿quién no se encontró de casualidad en el centro durante un asueto que desconocía? La ciudad no estaba muerta, pero, sin embargo, era posible caminar.
 ¿Quién no miró el obelisco desde una calle y supo que ese era su lugar?  Y no importaba desde donde uno mirara, eso siempre iba a estar ahí.
Ese algo que siempre estará aquí nos llama, como si fuese parte de esta biología mágica.
Lo duro, lo intenso, el miedo, lo difícil, aguantarnos todos cuando solo nos queremos matar: yo me tomo un tiempo, pero volveré.
Cuando llegué a casa, un poco más tarde, me detuve en la puerta, porque ahí estaba el papel que había perdido al salir. Lo dejé en el piso, porque estaba lleno de hormigas.


 http://www.youtube.com/watch?v=jlcTmXWZs_c

domingo, 25 de diciembre de 2011

Please, please, please let me get what i want

Sé que te extraño.
Hoy estoy pensando en el tiempo. En cómo me sacudió un poco, me rompió las maquetas que había armado, se llevó los restos, y me dejó parada frente a un espejo que refleja vacíos.
A veces creo que mi vida emocional es como el clima en esta estación. Me entiendo cálida, pero con ráfagas frías, y el sol intermitente acaricia mis tardes cuando no diluvia, cosa que sucede varias veces en un solo día.
¿Consecuencias o frutos? ¿Pueden ser los dos al mismo tiempo, o es uno u otro?
Yo sigo en movimiento, desde mí, hacía mí, por mí, en mi afuera. Entiendo que de ilusiones se vive, ahora más que nunca, y esa tarde sin sonrisa adquiere un sentido cuando mis ojos se abren sorprendidos frente a ese mensaje que tanto esperaba que ya no espero. Sé que nada puede ser cierto, y que lo cierto puede ser mentira.
Seguir en movimiento. Los frutos. Las consecuencias. Mis días: mis ojos están cansados, lo he notado; mis palabras lucen cansadas, lo escucho. Me vi en el espejo hoy y lo supe. De hecho, lo sé...
Ser realista... es otra de las cosas que si es que no había olvidado, nunca había entendido. El hormigueo del año se va deteniendo, porque las corrientes chocan contra la tierra, el aire contra la torre, la tierra contra sus contextos, y sí, el fuego se apaga alguna vez. Lo que queda es ese elemento tan real, resultado de toda esta acción. "Sé realista", dice lo mejor de todos. Fácil, pero aburrido.
Te extraño... ¿Te lo dije? Por las dudas, te lo digo nuevamente: Inocencia, te extraño.


"Lo, recien esty contestando un mail que mando tu amiga Sol un viernes a la noche. Me conto lo que paso.
Lo cierto es que estando lejos, mucho no podoía hacer. Y también es cierto que hasta ahora, sentada en una café en Londres, no tuve la energía como para contestarte. Ahora la tengo, cinco semanas después.
Nunca te escribi porque no podia no hacer mención al tema, con lo cual preferi no incluirte en la cadena con Clara y Coki, pero tnego la idea de enviarte todos los mails juntos, para que te vayas haciendo la idea de lo lindas que pueden ser las cosas en un viaje en soledad, lo mÁGICO en todo y el hecho de encontrarte solo y sin nadie a quien recurrir, con lo cual uno es el jefe en cada una de sus decisiones (¿se escribe asi? vos lo sabrás mejor que yo).
No es mi estilo consolarte y decirte pobrecita, eso lo sabés."

Claro que lo sabía bien. Ella y yo habíamos peleado innumerables veces en el pasado por su frialdad en los consejos y en la dureza con que acompañaba sus opiniones. Continué leyendo el mail.

"Se me viene a la cabeza el ejemplo de una persona que conozco, alguien que no deja de darse palos en la vida, hasta me pregunto por que dios lo tiene de punto. Pero él sigue adelante, está en el horno y toda la vida me pregunte como era que el seguía adelante con esa inocencia insolente e inconsciente que lo hace seguir haciendo las cosas como si no aprendiera (tal vez si le cae un meteorito en la casa entenderia que el universo le quiere decir algo). lo mas paradojico es que el es feliz, con lo cual creo que frente a la vida y frente a la posibilidad de felicidad lo importante es la actitud."

Me reí al leerlo: "con lo cual", su muletilla; la palabra que ya había repetido varias veces. "Shhh", continué con el "mail":

"Vas a tener que ser fuerte y aprender alkgo de esto, sino el universo te va a seguir enviando rayos y meteoritos pero ante todo, rescatemos de esta persona la actitud. Me llevo años entenderlo, y recuperarme de las cosas que nos pasaron, lo sabés más que nadie. Hoy estoy aca y me siento tan lejos de aquella Sofía que fui que no lo puedo creer.
El viaje te va a ayudar. Estas cosas no se pueden remediar, no te revuelques en la mierda. Y si la muerte te encuentra, que te encuentre bailando. Nos vemos en Buenos Aires en dos semanas.
No dejes de leer mis aventuras londinenses. Y no me digasque tengo muchas faltasy me tenes que corregir, porque este no es un mail de laburo.
Saludos."

Rápidamente apagué la computadora, miré la hora en la que me había llegado el mensaje de Sol que decía que en veinte minutos iba a estar en la puerta de mi casa. Eso había pasado hacía media hora, lo que significaba que en diez minutos más estaría sonando el teléfono para que yo saliera.
Pensé en Sofía. Esa amiga que había sabido ser mi hermana durante la adolescencia. Éramos mejores amigas, o más que eso, una era la extensión de la otra, en cuerpo y alma. Esa relación simbiótica había pasado por diferentes etapas, y ahora permanecía bien oculta en lo cotidiano: apenas una sabía de la otra, pero claro, cuando pasaban cosas que excedían lo cotidiano, ese sentimiento afloraba como un dinosaurio, y la calidad del encuentro era intensa. Podía no saber en qué andaba mi vida (incluso yo apenas me había enterado poco antes de que se fuera que pensaba viajar unos meses), pero cada vez que algo sucedía, nuestras mentes realizaban un examen exhaustivo de lo que podía llegar a significar en cada una de nosotras  ese suceso. Aparecíamos y sabíamos cómo llevarnos adelante.
Como suele pasar, la vida nos había ido alejando y terminó por romper ese cordón que nos ataba en el "todos los días", en los llamados para preguntar si ella debía teñirse el pelo, si yo debería decirle a un compañero de la facultad que me gustaba, o simplemente, si había escuchado el tema que más sonaba en los boliches. Eso habían sido nuestros noventa.
Las peleas complicaron las cosas cuando cada uno comenzó a pertenecer a otros grupos, y si bien las extrañas juntadas con gente mía que ella no conocía, o con gente suya a la que yo trataba de adaptarme eran posibles, la extrañeza de nuestros afectos comenzó ese inevitable proceso de separación de los amigos adolescentes. Crecíamos. Dejábamos etapas, nos dejábamos.
Por suerte, parece ser cierto que hay algo que nunca se pierde cuando hay amor. El amor no se pierde, se transforma, y aparece naturalmente si es sincero cuando el tiempo lo pide, cuando las circunstancias pesan y cuando los sucesos hacen eco de lo terrible que es el mundo de ahí afuera.
También es cierto que entre Sofía y el grupo de amigas que terminó por convertirse en mi familia jamás hubo buena relación (incluso ha rozado lo polémico en ciertas reuniones).
Sol y Sofi, unidas por mi afecto y mis vivencias, pero sin nada en común más que ese amor hacia mí. El amor que hizo que Sol le escribiera contando lo que había pasado aquel maldito viernes, pidiéndole que apareciera porque yo la necesitaba. Me pareció dulce, agradable, como el rayo de sol que entraba por la ventana y daba a mi living la luz que no puedo reproducir en fotos (sí, estoy tratando de tener registros de mis vivencias, así que la cámara es mi nueva mejor amiga). Realmente dulce y apacible.

"Pendeja, más te vale que salgas ya y que no te hayas colgado", dijo la voz de Sol cuando atendí la llamada. Bueno, dulzura a veces.
Salí disparada porque tenía todo listo: el bolso, las bolsas con las "viandas" necesarias para una hora de viaje hasta la quinta. Los ojos dormidos se achinaron cuando mi cara se asomó al sol del mediodía y (¡en serio!) hacía tanto calor que me arrepentí de haberme puesto una remera de mangas sobre la musculosa. Atravesé mi pasillo rodeado de vegetación, mirando el auto en el que el aire acondicionado se reflejaba en la cara fresca de las dos mujeres rubias que me esperaban.
Ellas apenas me miraban, porque una se concentraba en el estéreo; la otra se miraba en el espejo y hacía algún comentario.
Abrí la cerca, crucé con zancadas y ojotas la vereda, abrí la puerta, arrojé con fuerza las cosas en el asiento del auto y me tiré adentro.
Un gato se quejó.
- Lolaa, cuidado.
Sol había traído su gata que me miraba desde la jaula canchera que tenía y se quejaba por el sobresalto que de pronto la había sacado de su letargo.
- Me encanta tu casa -dijo la otra rubia.
- Hola -les dije, acomodándome en el asiento -. A las tres.
- Es rara tu casa. No es de las comunes -siguió Lila, con ese acento único e indefinido.
- ¿Viste lo que es? -dijo Sol arrancando el auto - Debería poder doblar a la izquierda, a ver si me dejan...
- ¿Saliste anoche? -preguntó Lila. Se la veía sumamente feliz. Era la primera vez, desde que vivía en Buenos Aires, que salía de la ciudad.
"Basta de cemento" había contestado al mensaje con la invitación.
Lila era la nueva. Amiga de un amigo de nosotras, había llegado a nuestras vidas hacía no más de tres semanas; pero después de una fiesta, de una cena y de su cumple, había logrado entrar a nuestro círculo más íntimo.Era de Israel, y a pesar de lo distinta que había sido su vida, ni a Sol ni a mí nos costó sentirnos identificadas. Había estado por todos lados, y sobre todo, en situaciones en las que jamás nos encontraríamos nosotras. Y sin embargo, la intensidad con la que había transitado cada momento de su vida la convertía en alguien que podría haber estado a mi lado. Su mirada fuerte, con algo de dulzura melancólica, transmitía esa sensación de entereza y sabiduría. Entereza que se podía quebrar en cualquier momento y en dónde justamente descansaba esa fuerza.
Por supuesto, enseguida llamó nuestra atención.
- No salí ayer... -contesté. Sol me miró por el espejo y con palabras que no tenían sonido y que eran demasiado rápidas como para ser escuchadas por alguien, esbozó: "Ah cierto, ya sé lo que hiciste...".
Con Sol nos suele pasar eso: una mirada y un esbozo, sumado a la información cotidiana que una tiene de la otra, hacen que nuestra comunicación se base en más que palabras; un arqueo de cejas, una torcedura en la boca, una mano con dedos extendidos y el mensaje es completo.
- Yo no salí... Salí un poco,  vi a mis amigos. Pero Sol... se puede decir que salió -Ambas rieron. Rieron por lo que había hecho Sol la noche anterior. Noche que obviamente yo desconocía.
- Es increíble tu acento. -comenté a Lila de pasada, porque cada vez que habla disfruto de aquel sonido distinto.
- El otro día por teléfono me habló un rato largo sobre tu acento... -le comentó Sol con una media sonrisa. Sin apartar mucho la mirada de la calle, miró a Lila mientras le hacía ese comentario.
- Tenés cara de algo... -le dije a mi amiga -¿Qué hiciste anoche?
Las dos se rieron.
- ¿Vos qué hiciste anoche?
Las dos nos reímos (Sol y yo).
- Bueno, empecemos a blanquear. ¿Quién va primero?
- Decime vos nena, que tenías "Loud"...
- ¿Quién es Loud? -preguntó Liloa a Sol. Cuando entendió que "Loud" tenía que ver conmigo, movió la cabeza hacia mí: "¿Quién o qué es Loud, Lola?".
Como si no me hiciera cargo de la situación, me acomodé en el asiento y miré por la ventana.
Desde chica había sido observadora, y me encantaba acercar la cara al vidrio y mirar lo que dejaba atrás en el camino: las casas, los árboles, el campo (exactamente en ese orden). De vez en cuando, solía preguntar: "¿Dónde estamos?". Mi padre se reía por mi voz de cinco años pidiendo explicaciones: "Ranelagh", "Dolores", "Florencio Varela". Él la miraba a mi madre, y ambos sentían curiosidad por mi curiosidad.
No era nada misterioso: yo necesitaba saber dónde estaba para imaginarme cómo sería mi vida en aquellos lugares; era una especie de juego mental del que aún no logro desprenderme (salvo cuando me distraen). Pero para saber cómo sería mi vida en aquellos parajes, que me resultaban tan alienantes con respecto a mi vida cotidiana, debía saber, ante todo, dónde estaba yo.
La boca grande de Lila me trajo nuevamente a mi realidad con su insistencia.
- Loud es un hombre con el que yo salía, pero ayer se terminó todo...
- ¿Cómo que se terminó todo? -gritó Sol, se dio vuelta, asustó a la gata, y frenó violentamente cuando volvió la cabeza hacia la calle y vio cómo el auto de adelante se detenía.
Yo me fui hacia adelante, y con el pie atajé la jaula que se dirigía libremente hacia el piso.
Como si nunca hubiese sucedido lo que acababa de pasar, y con el auto detenido, ambas giraron nuevamente la cabeza hacia mí, que torpemente acomodaba la jaula de la pobre gata sobre el asiento.

¿Quién era Loud? El hombre con el que había salido las últimas tres semanas. Aquel que en el bar, ese mismo día en que Julia nos había contado que iba a tener un hijo, se acercó como pudo hasta mí.
Me había robado una sonrisa primero; después, con astucia, el celular, el mail, el facebook.
Con un poco de insistencia, también me había robado un beso tímido esa misma noche.
Y con poco ánimo por parte mía, empezó el "histérico cortejo" propio de la especie humana.
Sus ganas de tener algo conmigo eran inversamente proporcionales a las ganas que yo tenía de entablar algo con un "masculino" después de lo que había pasado con Paco.
La única finalidad que yo proyectaba para este año tenía que ver con aprobar todos los exámenes, andar en bicicleta con Santi, salir a bailar con Juampi, mimar a Julia que sería madre, hacer miniviajes con Barbi, tomar mucho Fernet con Cata (que me había hecho apreciar esa bebida), pasar tiempo con Sol, escribir con Ale (y, ¿por qué no? abrir un blog), organizar un viaje sola, y sobre todo, huir de esta ciudad antes de que terminara el año. Yo solo sabía que no podía empezar el 2012 en Buenos Aires.
Como nunca, mis días quedaban signados por una rutina que giraba en torno a mi pequeño mundo: mis mañanas de jugo de naranja y "The Big Ban Theory"; mi subte con música y las historias que nacen en mi imaginación; mi trabajo; mis "pilates"; mis caminatas por los bosques de Palermo; mi nuevo intento de relación con la cocina. Series y más series, libros y películas; alcohol y baile dos veces al mes y mucha cama (de la solitaria, obvio). Algo de sol cada mañana y el tostado gradual para darle la bienvenida al verano.
Mi hermana y sus astros no me deparan buen futuro; Sol se queja de su venus en acuario. Y eso era para mí todo lo que iba a atravesar hasta terminar este momento de mi vida.
Loud apareció para recordarme que vivo en un mundo más amplio, y que, cuando uno es más uno que nunca y pasa buenos momentos con uno mismo, alguien más quiere compartir esos momentos.
Él salía de una crisis y llegaba lleno de energía para empezar algo que dejara atrás todo lo malo de la vida. 
Yo estaba en esa bola caótica de confusión, algo adolescente, pero que no me quedaba nada mal.
Semanas de insistencia lograron que este hombre llegara hasta la puerta de mi casa y se ganara la caminata de la tarde.
Tres días después logró que yo lo acompañara al cine. Como buen caballero, y excelente observador, me dejó en mi casa después de la película, con el estómago lleno de "gomitas" Billiken y sin la presión del pedido de un beso, porque un beso era algo que iba mucho más allá de lo que yo podía en ese momento extraño.


"Mentirosa, debe ser que no es la persona...", decía Alejandro, con cara de pocos amigos: "Sino te lo comerías crudo... ¡te conozco!".


"Y sí, es un momento que necesitás para vos.", decía Cata con su cigarrillo en mano y su nuevo look floreado y zen; una Maru Botana neurótica y contadora: "Basta de hombres, es hora de estar sola y tranquila".


"O era un momento, o era él o no lo era; o era yo o la primavera.", le decía a Ale. Él insistía: "Te lo comerías crudo querida, no me hagas hablar más. Te salió un verso, ¿ahora sos poeta?".


"Lo, viaje, nada más. Que bueno está este Fernet", y Cata reía: "Esperá, ¿es ese mi auto? La grúa se está llevando mi auto...".


"Dejé de fumar, ¿sabías?".
"¿Y que tiene que ver con lo que te estoy contando, Santi?".


Finalmente, Loud me robó besos. Yo sabía que él ameritaba mejores besos, pero en cambio, recibió besos automáticos; y su descontento era evidente porque siempre buscaba actividades que no implicaran intercambio de cariño.
Entre una cosa y otra, entre mensajes de "Te extraño", que eran respondidos por una yo fría, distante, que cambiaba el tema de conversación, había llegado la "noche". Y esa había sido la noche anterior: debería haber sido otra cosa, pero a las cuatro de la mañana, él juntó sus cosas y se fue. Yo me quedé mirando por la ventana mientras me fumaba un cigarrillo, con una horrible e infantil sensación de culpa: "¿Por qué me metés en esta situación? ¿Tenías que aparecer ahora...?".
Prendí la música, escuché esa canción que quería escuchar y me fui a dormir.

Las chicas quedaron conformes con mi relato.
- Bueno, nada -contestó Sol, y por el espejo, por ese desde el que me miraba concentrada, su cara reflejó mi vacío. La mía nos reflejó.
La música nunca nos faltaba de fondo, y atravesamos, quintas, arboleda, fábricas y poblaciones, que se veían distantes. Era Lila la que preguntaba donde estábamos.
Llegamos más rápido de lo que creíamos, dos paquetes de papas fritas después: esa era la famosa "vianda" que también incluía una botella de champagne que había comprado en los chinos de enfrente de mi casa.
Los padres de Sol nos recibieron, pero nunca dejaron de hacer lo que estaban haciendo, siguieron con su ritmo mientras nosotras desfilábamos en biquinis, licuados, revistas, fotos y conversaciones.
- Nunca me contaste de ayer... -le dije a Sol, que jugaba con su celular y un sombrero que le habían regalado. Lo cierto es que ella no me lo había contado porque sus padres estaban cerca, y no podían saber dónde había estado la única "nena" de la familia. Obviamente, sentí más curiosidad.
- Estuve en un casamiento.
- ¿Quién se casó?
- Un casamiento de gente que no conocía... - Mientras me hablaba no me miraba. Nunca sacaba los ojos de lo que leía en su celular.
Lila se rió. Yo también.
- ¿Y cómo llegaste a la boda?
- En avión.
Me quedé callada: ¿Sol me estaba delirando?
- Bueno, contame en serio.
- Es que es cierto -intervino Lilo, que tenía mucha más información que yo.
- El casamiento fue en Punta del Este. O sea, te resumo, ayer salí en otro país.
Me debo haber reído durante varios minutos cuando entendí que aquello era cierto.


Volví (otra vez) con mi mente al día anterior, antes de que Loud llegara a mi casa.
- Lola.
- Sol, ¿en qué andás?
- Yendo a mi casa... tuve un día largo, onda no paré de hacer cosas. ¿Vos cómo te preparás?
- No me preparo Sol... Todo el tiempo estoy a punto de cancelar.
- Dejá de darle vueltas en tu mente, enfrentá la situación, nadie te obliga a nada... Che me entra un llamado, después te llamo. Acordate mañana... Yo paso temprano, no creo que haga nada hoy...

El llamado que le entraba era de un amigo (bizarro) que había conocido en su edificio: un señor grande, "muy copado" como lo definió ella, un artista plástico o algo de ese estilo con el que había "buenondeado" en su plieta". Producto del intercambio cultural fue esa invitación a un casamiento en Punta del Este; avión privado mediante, estaba todo arreglado para llegar al "casorio" en la playa, disfrutar de una fiesta lujosa y divertida, con concurrentes interesantes, y con la promesa de estar de nuevo en Buenos Aires a las diez de la mañana.
Y ese terminó siendo el plan de Sol. Claro que no tuvo tiempo de volver a llamarme, porque tuvo que llegar como pudo a su casa, bañarse y sacar un vestido de su placard 
"No te olvides la biquini" : fueron las palabras de su amigo cuando volvió a llamar.
Él era demasiado gay como para dar a entender lo que podría haber sido dado a entender. Eso la alivió y le permitió caminar por la calle sin taparse la cara.
Y mientras ella bailaba en la playa, con su vestido negro, y luego se ponía la bikini, ya ebria, para saludar al sol desde una pileta enorme, mis acciones hacían huir de mi casa al hombre que parecía quererme.
- ¡Qué cosas que hago! Realmente creo en lo que hablamos el otro día... El universo habla, Lola. Simplemente se va manifestando de acuerdo a lo que somos, y jamás nos viene con cosas que no podríamos soportar. Lo importante es tener la energía como para recibirlo. Abrazarlo, estar a la altura de las circunstancias. -concluyó ella. Se paró, se acercó a la pileta, bailó alrededor con esa sonrisa cómplice y adolescente que a veces se le escapa. Lila se sumó rápidamente a su alegría: tiró una cama flotante en el agua y se subió como pudo. Yo me puse el gorro que llevaba antes Sol, con algo de dificultad porque soy más cabezona.
- ¡Qué primavera, Lo!
- ¡ Qué año! -le dije cuando llegué a su lado -El universo me grita porque nunca lo escuché lo suficiente...
- Por dios Lola, vos lo dijiste... Lola, Lila... cuántos LL me rodean. Che Li, ¿qué tiene el licuado?
- Yo estoy mareada... -le dije. Me quedé callada, pensando en qué momento las cosas habían pasado a tener ese sentido ebrio que tiene todo a veces. Todo se vuelve un lugar común, algo "careta" como había dicho el ex de Sol de mis escritos.
- Yo también... Creí que era por ayer, pero creo que Lila nos hizo un trago.
- Es que le puse la vodka... -contestó riendo -Les avisé.
- Pero te pedimos un licuado, Li... 
- Pero ¿licuado no lleva vodka? ¿Qué es licuado, Sol?
- ¡Solo frutas! Con voka es daiquiri...
Lila torció su labio: "Perdonen chicas".
- ¿"La" vodka? -le pregunté a Sol, con mi cara bien cerca de la suya.
- Mejor nos alejamos de la pileta -me dijo Sol, y me agarró.
- Qué año de mierda...
- Sí, Lola, pero pronto el dragón se va a comer al conejo.
Me pareció genial. Tanto que me reí como tonta. Casi me resbalo.
- No te vayas a caer, boluda... -me dijo ella y me agarró por los hombros, mientras pretendía volver a las reposeras.
- No.
No me caí: Sol fue la que se resbaló, pero como se agarró de mí terminé con ella en el agua. Lila se cubrió la cara mientras caíamos porque la salpicamos. Supongo que vi todo en cámara lenta, y la cara de Sol, que abría la boca sin emitir sonido, me acompañó toda la caída. Con la cabeza sumergida, me seguí riendo tanto que el agua me entró.
Lilu tenía una expresión entre preocupada y tentada.
Sol se reía y se echaba en pelo hacia atrás, entre carcajadas roncas.
- Perdón... -me dijo, escupiendo agua.
El sombrero flotaba en algún rincón de la pileta.
Flotaba algo más: un cigarrillo que ella estaba fumando antes de caer.
- Suena un celular -dijo Lila sin salir de la cama flotante -.Son muy graciosas.

Entre risas relajadas, la cara de Sol adquirió una seriedad matizada. Me miró con una sonrisa romántica. Supe enseguida que era él. Su él. Bajó la mirada, atendió y se alejó de nosotras, caminando erráticamente hacia los árboles lejanos.
- Historias... -me comentó Lila.
 Me senté en el pasto y nos miramos las dos. El sol empezaba a caer, respiré hondo y pensé en viajar, otra vez. Me faltaban detalles, y ese demonio malo que a veces me frena se calló. Supe que iba a viajar.
-Sí -contestó Lilo, como si leyera mi mente. Salió de la pileta por los escalones, tratando de no perder el equilibrio.


Lo dejé ir. Esa noche atrás, Loud me dijo que me quería.
No pude seguir adelante. Él tampoco. Se alejó de mi.
- Entiendo lo que te pasa. Estuve en ese lugar.
Miré hacia abajo, porque él tenía razón y sé que todos hemos estado en ese lugar, y también en el de él.
Me acerqué a la ventana. Yo no sabía qué decir porque mis emociones iban a un ritmo distinto al de mi cabeza. Él se encargó de entenderme.
- No me hagas esto -me dijo -.Yo me voy.
Asentí con mi cabeza. 
- Mejor dicho, no me puedo hacer esto. Te libero de culpa... Si estamos juntos, te vas a sentir rara. Por lo que veo de vos, vas a poder seguir adelante, pero cuando eso termine, vas a necesitar que yo me vaya, y no quiero eso para nosotros.
Bajé la mirada. Dios, soy tan transparente...
- Podrías "garchar" conmigo... pero después no vas a querer que te toque, ni que te abrace. Eso pasa cuando uno fue lastimado: siente rechazo hacia todo, no puede valorar lo que tiene. Ese corazón ya viene roto, y ahora ni siquiera está... Fría. Eso sos.
Créanle, tiene razón.
Esto lo decía sin estar enojado. Era un razonamiento objetivo y sincero. Yo no lo miraba, pero me reía por sus metáforas y asentía con mi cabeza. Él estaba sentado sobre la cama de mi living  que hace de sillón. 
- Y vos te defendés -le dije: finalmente emití palabras -. Te lastimaron así de grave, pero estás bien. Listo para lo nuevo. Pero sabés que si empezás a dar espacio a la intimidad con gente que no te va a responder, puede volver ese miedo. Sumar fracasos en una etapa nueva... ¿para qué?
- No pienses en nada. Haceme ese favor.- Me dio un beso en la cabeza y se paró al lado de la puerta, esperando que yo le abriera.
Me quedé pensando unos segundos, sin saber qué hacer. Había visto esta escena varias veces, pero recién esa madrugada, yo era la protagonista. Toda la vida supe qué debía hacer, pero parece que he vivido equivocada porque nada fue real.
Antes de irse me miró a los ojos. Los de él estaban llorosos.
- Me duele saber que un día vas a volver a brillar, pero no va a ser conmigo. Cuidate, por favor. El dolor...dejalo ir, dejalo ir, no siempre va a ser así.
En cuanto se fue, volví a mi lugar, ahí cerca de la ventana. Vi su figura perderse en el pasillo. 


Temo a mis decisiones, a las consecuencias. Le temo al tiempo y a lo que le hizo a mi mundo. 
Por un segundo, todo deja de tener sentido y casi no soporto estar en mí. Por suerte me entra un aire fresco por la ventana, apago el cigarrillo y recuerdo que puedo ser dueña de mi propio mundo y de mis tiempos.
Me río al ver un mensaje que llega así de tarde, que es de Cata que está por irse una semana de viaje.
Rápidamente pienso en mi pequeño mundo y todo vuelve a tener sentido. El miedo es para las películas de terror.
Y llega ese minuto en el que logro entender qué es lo que yo necesito. Todo encaja entonces en su lugar.
Cada uno de mis pasos me llevarán inevitablemente hacia algún tipo de dolor, y hacia la muerte misma, pero si me encuentra la muerte, espero que sea bailando.


http://www.youtube.com/watch?v=DMQbzLrvwlE

jueves, 3 de noviembre de 2011

Me encanta verte florecer
y existir cuando la noche se hace día.

También fue confuso el festejo;
suena un celular que no es el mío
desde uno que no es el tuyo:
es tu voz la que se ríe en otro lado.

Alguien golpea la puerta,
y recuerdo que me encerré (para oírte mejor).
Dos bellezas rubias juegan a jugar en la mesa de ping pong;
cuatro caballeros las desean y no les quitan los ojos de encima.

Un hombre que no es el mío
pide que yo sea yo y abandone la careta.
Confía en esta chispa borracha.

Miro de reojo y todos están sobre todos,
y la marea se hizo humo.
¿Ya son las siete? Dios.
Estos labios no son los míos...

"Una vueltita más", nos dijo ella.
Y se durmió en el sillón.




sábado, 29 de octubre de 2011

Imagíname viajando


¡Si alguien supiera cómo se siente esta noche en la ruta!
Siempre me gustó viajar, pero nunca manejando.
Tirada en un asiento, dónde arrojo las cosas que forman mi pequeño mundo.


No me es difícil aislarme, y tengo ojos que ven de noche. 
Más allá de la ventana, que se siente fría, puedo sentir el olor del campo, 
y esa sensación de humedad que tanto me gusta y que extrañaba.


La luna no puede estar más perfecta, y sí, estoy sola y tengo miedo,
 y estoy volviendo hacia aquello que abandoné un día.


Mi gente debe preguntarse si cambié,
y hace meses que sólo llegan mis autoretratos, algunas fotos, y mis palabras inspiradas.
Pero jamás podré explicarles exactamente cómo se sintió esta soledad de aventuras,
 y el amor que sentí con mis nuevas familias.


Siempre habrá un momento de sus vidas en el que no existí.
Aunque, de alguna manera debo haber buscado eso.


Cuando mis fantasmas tuvieron forma, me atacaron de la manera más cruel.
Todo había pasado a ser enemigo, incluso yo misma.
Y como si hubiera previsto ese desastre,
 inventé mi escape, desde cuando aún las cosas eran de todos los días, 
y empecé a preparar un bolso de esperanza. 


Secretamente fui creando todo este viaje desde los diciembres del 2009.










 "¿Por qué nos hacemos este mal'?",  pienso al fundirnos en un beso.

martes, 18 de octubre de 2011

“Destruirás mi pensamiento, te darás algún sentido, andarás en bicicleta" (Así habló Zaratustra)

Sábado: el día en el que uno puede dormir.
 Son las 8.30 y ya no aguanto estar en la cama… Por lo único que no me levanto es porque el lunes voy a desear no tener que hacerlo; y sin embargo, ahora que podría elegir quedarme tirada, no quiero.  
Ya conozco cómo funciona: a lo mejor, si me obligo, puedo dormirme un rato más y despertarme con sueño y dolor de cabeza.  Por otro lado, también me enojaría empezar a cabecear un sábado a las 12 de la noche, pero es lo que me toca: están los mandatos sociales y convencionales, pero también, los deseos de mi propio cuerpo que ya casi saborea las tostadas y el café; y sin que lo pueda controlar, mis dedos del pie se mueven de un lado a otro.
Lo único que hice el viernes a la noche fue releer a Nieztsche, porque hace semanas que me prometo  someterlo a un examen sistemático y serio. ¿Yo, que no soy seria, y menos sistemática? ¿Él, que no fue sistemático, y menos serio?
Una y otra leí el fragmento tan increíblemente escrito: “Al oír estas palabras Zaratustra se despidió del santo diciéndole: ¿Qué podría yo darte? ¡Pero ya es hora de que me vaya. No sea que te quite algo.  Y así se separaron el anciano y el hombre, riendo como dos niños. Cuando Zaratustra estuvo de nuevo solo, dijo para sus adentros: ¿Será posible? Ese viejo santo en su bosque no se ha enterado aún de que Dios ha muerto!”.

Tremenda declaración la de este muchacho. Así, como nada, marca con una frase, con una sentencia, el sentimiento que va a acompañar a cada alma intelectual del siglo 20. Más aún, habiendo muerto en el año 1900 (sí, hasta en ese detalle se hizo leyenda), marcó el destino del siglo que casi no llegó a conocer. Logró escandalizar a personas que secretamente adoraron esta confesión, que volvieron sobre sus textos tratando de encontrar al buen pibe confundido detrás del cabrón nefasto; y también, aparecieron aquellos que lo vieron como la puerta, como la excusa para ahondar en pasillos oscurísimos reflejados en los terribles hechos a los que asistimos en nuestro (ya pasado) siglo. Rápidamente, un escuadrón antibombas doctas analizó la frase, demostrando la imposibilidad de la idea de que si existiese una ser llamado Dios, este pudiese perecer. Porque claro, ese era el mayor problema...


Otras almas, de dedos muy sutiles, lograron descifrar, muchos años después, qué era exactamente lo que  nos quería decir este señor: ese dios motor inmóvil aristotélico, voluntad creadora escolástica, ser perfecto cartesiano, propio de la devoción del deber kantiano, dador de la razón humana salvadora iluminista; ese mismo concepto era el que estaba muriendo, porque lo que pasaba en el mundo (y pasaría, porque quizá Nieztsche fue un hombre de nuestros tiempos colocado en un momento histórico que no era el suyo) no podría sostener la existencia de este Bien que era Ser; de este Bien que convertía al Mal en un no ente, en una privación, y con él, moriría la escandalosa afirmación: "No existe el mal". Lo cierto es que tal vez, esa idea de Dios estaba agonizando para morir, quizá con Nieztsche mismo, pocos años después, ya que si hilamos fino: ¿quién más volvió a hablar de él con tanta pasión?


“Mucha información”, me dije a mí misma, mientras hacía un café gigante y negro.
En la cocina, la bicicleta roja me miraba como un perro que pedía que lo saquen a pasear.
Una sola vez había salido, y era porque me obligaron, porque yo le tengo miedo a todo: le temo a Nieztsche y a mi bicicleta. De hecho, el día en que la compré, la traje caminando, como si realmente paseara a un ser vivo. 
¿Qué temo? Morir aplastada, caerme frente a la gente y que se rían de mí (y quedar en culo delante de todos, obvio), incomodar a los autos.
Por todas estas razones, tratando de hacer uso de mis propias teorías, y una hora después de digerir las controversias y la lucha dialéctica de mis deseos y pensamientos, salía yo con la mochila, calzas, zapatillas, y cara de deportista. Ah, y me olvidaba, con la bicicleta.
Después de pasearla cuatro cuadras, finalmente me subí. Y mientras pedaleaba tímida y atenta, temblorosa y muerta de miedo, volví sobre el filósofo polémico,  al que todos le temen por las cosas que dijo.
¿Yo estaba loca en buscarle un costado amable? Se venía a mi mente ese fragmento que tanto disfruté al leerlo:  “Yo solo creería en un dios que supiera bailar. Y cuando vi a mi diablo, lo encontré grave, serio, profundo y solemne –era el espíritu de la pesadez; a través de él caen todas las cosas. No la ira, sino la risa mata. ¡Ea! ¡Aplastemos el espíritu de la pesadez! He aprendido a caminar; desde entonces me pongo a correr. He aprendido a volar; desde entonces no espero a que me empujen para moverme del sitio. Ahora soy ligero; ahora vuelo: ahora me veo debajo de mí; ahora un dios baila en mí”.
Sí, este es Nieztsche el ateo, el asesino de las deidades. 
En algún punto de mi razonamiento, casi le doy a un auto con mi bicicleta.


“La risa mata”,  recuerdo y me río y pedaleo cada vez más fuerte. La calle sigue en bajada y me dejo caer. El viento seco me da en la cara y el sol de lleno en la cabeza. No hace frío ni calor y solo puedo escuchar mi corazón galopando en el pecho. Me creo un segundo que puedo ser poeta, pero no lo soy.
Algo en mí ya no tiene miedo y podría vivir subida a esta bicicleta: esquivando pozos, enfrentando obstáculos urbanos y autos que me golpearían sin pensarlo tres veces.
Por algún motivo, siento que abandono ese espíritu de pesadez, porque eso es todo lo que pide el filósofo.  El espíritu de la pesadez no es otra cosa que el cansancio por emprender lo que nos gusta; la distracción a la hora de leer aquél libro que tanto buscamos; el darnos por vencido en la búsqueda de ese par de zapatos único e ideal; la suma de todos los contras a la hora de solucionar problemas domésticos; las vueltas de la mente cuando encontramos a alguien que se interesa por nosotros; el miedo a caminar por calles que no conocemos; la paralización frente a decisiones no trascendentales y de nuevo, la suma de los contras en cada una de ellas; la reflexión desmedida y vana que nos aleja de la costa (ay, ¡esa me tiene de punto!). 
Aplastar la pesadez es un quiero: es ser primero camellos que cargan con las culpas, que se internan en el desierto y sufren las penas, ¡y piden más penas! Para luego despertar como leones y enfrentar esa terrible sensación, que es un dragón de los no simpáticos. Es morir como león en la batalla, sin miedo a lo no conocido, y renacer como niños: cada mañana, con cada pedaleo.


Hasta que ese dios, que poco tiene que ver con el que enseñan, ese que late en la sangre y vive cada mañana de una ciudad que enloquece, baile en mí.
Mientras tanto, no paro de pedalear.


Sí, Nieztsche es imposible y me rindo. Él quería que hiciéramos lo que hizo, no lo que dijo.




martes, 4 de octubre de 2011

I wish i was the moon

Sola en Buenos Aires. Turista en Buenos Aires.
No importa lo que suceda, yo jamás seré turista en esta ciudad. Sin embargo, extrañamente, esa noche de viento primaveral, encontré un escondite en dónde pude estar sola unos minutos.
Alguien interrumpió, y yo sentí miedo.


"Me siento como un camión", les dije a las chicas.
Ellas se sorprendieron al verme: esperaban encontrar los restos de la marioneta que puedo ser.
No voy a mentir, soy más fuerte que esa marioneta. Fuerte como una pared.
En una semana recogí mis propias cenizas y me calcifiqué en este muro que soy ahora. Me puse al día con mis asuntos pendientes, y con gusto empecé a tachar palabras en mi agenda. Me mordía la lengua cuando lo hacía, o por lo menos, eso me dijo Ale: parece ser que siempre lo hago cuando estoy concentrada.
Fui articulando mi propia mente; agoté emocionalmente las ideas que me ponían mal y las enrollé en una bandeja: "¿Qué puedo obtener a cambio de esto?", desafié al destino. Claro que las respuestas están en mi.
Sí, me pasaron cosas que no me hacían nada de gracia, pero mi punto más sensible se disoció de estas situaciones.
Nada pierdo al pensar que las cosas van a estar bien. De hecho, quiero estar bien.
La idea es ser más que lo que soy, un poco cada día. Sacar esa pesadez que no me permite conectarme con el más lindo de mis centros. Claro que esto no hubiese sido posible sin mis amigas, y sobre todo, sin ella.

- Estoy embarazada -nos dijo Julia. 
Barbi y yo nos quedamos calladas un segundo. Barbi no me miró: se adelantó y se avalanzó sobre nuestra amiga, en un abrazo intenso.
Ambas pusieron cara de preocupación a la vez que las comisuras en sus labios se inclinaban hacia arriba en una sonrisa natural. Hace segundos menos que una semana, yo me había enterado de otro embarazo. Sí, soy esa persona que lloró y que había cerrado la puerta de ese capítulo.
Me reí, porque, como dije, pude cerrar esa puerta y separar las situaciones.
Julia se emocionó al ver que yo podía reaccionar de la manera en que lo había esperado antes de todo esto.
- Era lo que me querías decir la semana pasada... ¿no?
- Sí... sé lo que pasó, sé cómo te sentiste, pero esto también está sucediendo, y es bueno.
- Claro que es bueno, es genial -le contesté y la abracé. Barbi me guiñó el ojo y me sentí absolutamente contenida- Ahora entiendo porqué no querías tomar...
- Sí, pero ni lo sospechaste.
- Creo que estaba muy borracha.
Nos reímos las tres. En el bar en el que siempre nos veíamos.
- No podía esperar a las demás, no aguantaba más no poder decírselo a ustedes.


El grupo de hombres de la mesa al lado nuestro dejó de hablar. Habían estado gritando todo el tiempo, porque parece que era una despedida de soltero, y se concentraron en la figura que se acercaba a nosotras.
La muchacha rubia, linda, seductora, con tacos y vestido floreado, se balanceó entre las mesas con soltura. Apuntó los ojos hacia abajo, esquivó un abrigo tirado en el piso y nos miró, al mismo tiempo que levantaba su mano saludando.
Era Sol. Había llegado.
Nos dio un beso. A cada una de nosotras.
- ¿Qué me perdí? Quiero tomar algo sin alcohol, no saben qué día tuve... En fin, solo quiero saber cómo están mis lindas amigas... ¿Lola? No te veo desde el día "D" (ver Ridi pagliaccio) ... nada de esas cosas hoy, solo nosotras.
Las tres nos miramos cómplices, y Sol, que desconocía aún la última noticia, ni lo notó.
- Ah sí, yo quiero algo frutal, ¿qué me recomendás? -le preguntó al mozo, que se acercó rápidamente porque custodiaba nuestra mesa de cerca.
Así era ella: en segundos preguntaba algo a cada una de nosotras, después se acomodaba sin escuchar qué teníamos para decir; actualizaba su situación antes de empezar, al mismo tiempo que, como si tuviera un tercer ojo, ya habiendo ojeado una carta o un lugar físico, decía exactamente qué es lo que quería. Y finalmente, después de todo ese ritual de entradas en cámaras lenta, ella estaba ahí para dar vuelta con su lógica infalible y emocional todo lo que sucedía, y encontrar la palabra exacta.
- Tal vez un licuado. Estoy en proceso de purificación...
- Estoy embarazada -le dijo Julia, con un poco de temor. Guau, me sorprendió el miedo con que ella le dijo a Sol su novedad. Pero pensándolo en este momento, no me llamó la atención el hecho de que Julia haya intuido que el "notición" podría llegar a ser difícil de digerir en nuestro estado declarado de crisis de treinta. Sol siempre fue intensa.
- Y ponele vodka mejor -le dijo al chico, mirando a nuestra amiga embarazada. Después me miró a mi, temiendo quizás por mi salud mental. Ahora, esta semana, eran los ojos de ella los que se movían como huevos de un lado a otro, como en una sartén en movimiento.
- Te felicito -le dijo con frialdad.
Las cuatro nos quedamos calladas. Barbi le mostró la carta y le comentó las cosas ricas del lugar. De todas formas, ni una ni otra miraban la carta. Algo le dijo de lo lindo de su vestido y le preguntó de dónde era.
- Quiero hacer un blog -les dije, y fingí que miraba un mensaje en el celular. Pero lo cierto era que no entendía mucho qué estaba pasando, y en consecuencia, no sabía qué (carajo) decir. Intenté llevar la conversación hacia otro lado.
- Era hora -dijo Julia.- Nunca me mostraste nada de lo que escribís en ese diario que llevás a todos lados... ¿Alguna lo vio alguna vez?
- No. Pero me ayudó muchas veces a redactar cosas de la fábrica, me gusta cómo lo hace, no dudo de que escribe cosas muy lindas -contestó Barbi acomodándose su propio pelo rubio.
Sol asintió con la cabeza. Ella sí había visto cosas mías: varias veces me había pescado escribiendo y no es de las personas que aceptan un "no". De hecho, había estado conmigo toda la noche del viernes anterior. Hasta se había quedado a dormir en casa y había participado de una poesía que yo había escrito en ese momento. Cuando la terminamos, le pedí que se la llevara y que la tirara.
- Igual... -interrumpió, cuando pensé que había logrado desviar la conversación-, ¿alguien es consciente de la situación? O sea, es como medio incómodo.
Y les advirtió con una mirada que yo estaba ahí.
No lo dijo con dulzura, pero fue un gesto dulce.
- No se preocupen por mí, estoy bien -insistí -. Ya te dije Sol, es una puerta que puedo cerrar.
- Perdón, me alegro porque te quiero, Juli, pero me asusta que esté pasando por todos lados. El viernes pasado sufrí casi en carne propia una situación triste, ¡y estoy sintiendo el dolor que ella no siente! -Y me señaló a mi. Yo volví a fingir que leía un mensaje, porque no sabía, nuevamente, qué decir.
Barbi estaba tan nerviosa que se tomó la cerveza que tan poco le gustaba en un solo trago, profundo y largo.
- No sé si esto que estás haciendo tiene que ver con tus propios deseos o estás actuando en consecuencia.
- ¿Creés que yo haría algo que no quisiera? -dijo Julia, desafiante -. Me extraña lo poco que me conocés.
- Me extraña lo poco que me conocés a mí. Era claro que iba a cuestionar esto, más después de lo que hablamos. Sabés que no me puedo callar nada...
- ¿Lo hago por complacer a mi marido o por convención social?
- Eso lo sabés vos, Juli... Gracias -le dijo al chico, que le había traído su trago que ya no era un licuado.
- ¿Otra cerveza? -le preguntó el mozo a Barbi.
Ella asintió con la cabeza. Yo la miré descolocada, pero nunca encontré sus ojos verdes.
- Es lo que ella quiere, Sol -le dije desde mi rincón oscuro.
- Entonces bien... Te felicito...
De todas maneras, las cosas no habían quedado nada claras. 
- No tuve un buen día, perdonen. 
- Me imagino -contestó Julia, pero no estaba siendo dulce, como suele serlo. 
- Digo, estas cosas que están pasando... y yo todavía dando vueltas en mis propios "mambos". Me siento lejos de eso, del matrimonio, de la familia, pero aparece por todos lados, y me corre, como diciendo que debería estar cerca para mí también, y no lo está, chicas. De hecho, este fracaso que estoy viviendo, este fracaso de amor, me está echando hacia atrás. Me tira décadas atrás y no le encuentro la vuelta. -Ella bajó la mirada.


Sol estaba siendo más que sincera, estaba abriéndonos su corazón, porque lo que pasaba nos ponía en jaque. Porque ni ella, ni Barbi, ni yo, ni Cata (que aún no había llegado) estábamos cerca de algo así. Nosotras no nos podíamos decír, con pruebas contundentes, que era posible el amor; ese amor que en consecuencia nos lleva a comprometernos, a empezar a proyectar la idea de seres que se críen en amor y para amar. Al contrario, más allá de las historias que nos distraían, que se llevaban buen tiempo de nuestra energía, sentíamos que no nos estaban eligiendo, que nos estábamos quedando solas. 
"Nos tenemos a nosotras" nos murmurábamos a veces, pero enfrentemos la realidad: existe otra capa de soledad a la que solo llega esa persona con la que hay otro tipo de intimidad; y después, otra capa, esa a la que no llega nada y en la que estamos solos con nuestra alma.
Sol es de esos seres en los que esa última capa ha crecido mucho, y ella teme, en lo más profundo de su corazón, que pase a ocupar todo su mundo. La entiendo, eso es seguro, porque corro el mismo riesgo que ella corre.
- Hice cosas que me hacen creer que nunca va a pasar... Que me hago vieja y me sigo quedando sola.
- A mí me recuerdan todos los días que deje de ser romántica, porque eso no es el amor.O sea, todo lo que creí que era amor,quizá no es más que una construcción de mi mente -dije yo.
- Yo creo que me equivoqué y dejé ir al amor de mi vida -agregó Barbi. Las tres la miramos, porque no solo nos conmovió lo que dijo, sino que se terminó otra cerveza de un sorbo.
- Yo metí la pata miles de veces, y me di cuenta de que me quería tan poco que no creía que nadie me pudiese querer... Un poco de cerveza puedo tomar -dijo Julia. Sol la miró con admiración y con una sonrisa.
- A mí me dejaron ayer... -dijo un chico de otra mesa, que nos miraba, nos escuchaba, pero que nosotras no habíamos notado.
- Mi ex se está por casar... -dijo otro, riendo, mientras miraba orgulloso su Fernet.
- Yo terminé una relación y no sé quien soy... -agregó un tercero y se acercó a la mesa con su silla. Llegó como pudo junto a mi lado y apoyó su vaso y su celular pegados a los míos.
- Yo no estoy enamorado de mi novio, pero no me quiero quedar solo -interrumpió el mozo, mientras le traía otra cerveza a Barbi.
Hubo un silencio en ambas mesas y el mozo esperó alguna respuesta, sonriente. Todos nos reímos.
Julia rió a carcajadas. 
- ¡Yo me voy a casar! -comentó el agasajado de la mesa de los chicos. 
- Yo me casé -le dijo Julia, y ambos levantaron sus vasos en un brindis privado-. Y voy a tener un hijo.
Todos nos sumamos al brindis.
- Pero todo es nuevo -agregó el que se había sentado junto a mí. Y me miró.
- Yo ya no quiero a mi ex, así que solo me duele en el ego el hecho de que se case.
- Alguien me quiso el día en que yo misma me perdoné -confesó Julia. 
- No es fácil... -interrumpió Sol, y ambas se miraron con complicidad.
- Quererse es un trabajo de todos los días, chicos -nos contó nuestra amiga, casada y futura madre.
- Me dejaron ayer porque yo ya no demostraba amor... ¡porque no lo sentía más! -dijo aquel que había sido dejado.
En medio del nuevo grupo me sentí de nuevo segura. ¿Mal de muchos, consuelo de tontos? No, consejo de muchos. Comunión de rotos, convención espontánea.
Barbi se tambaleaba. Nunca la había visto así. Sol le preguntó por lo bajo si sentía bien.
- ¡Por lo nuevo! -me dijo él, que no solo se había sentado al lado mío, sino que no dejaba de mirarme.
- A cerrar puertas del pasado... -dije yo, algo tímida.
- Chicas, estoy muy en pedo -dijo Barbi y salió corriendo al baño.
Las tres nos quedamos sin poder creerlo.
En ese momento llegó Cata, con una pequeña cartera apenas colgando de su brazo, y acelerada, como siempre andaba. 
- ¿Qué es todo esto? ¿De qué me perdí? 
Nos reímos nuevamente.
"No tenés idea", contestó Julia.
Aprovechando el clamor grupal, le envié un mensaje a Sol, que me miraba desde su rincón: "Gracias, no podría haber sobrevivido esa noche sin vos". Y era cierto, yo estaba entera gracias a ella.

A veces, solo a veces, nos enojamos porque las cosas no salen como queremos; pero luego, nos abrimos, contamos nuestro dolor. Incluso, dejamos que más personas se sienten a la mesa.
Es entonces, solo entonces, que salimos de nuestra capa solitaria y sabemos que una parte de nosotros no está sola solo porque no lo está.  
Esos días, esas noches...