Es lo que abunda en la ciudad que habito: esa ciudad que me vio nacer en muchas formas, innumerables veces, y que me verá morir una y otra vez aplastada en sus calles; desde su fondo, el río me trajo lluvia pantanosa y me sugirió en humedad, me arrojó padecimientos y me curó en romanticismos, en poemas y poetas, música de todos los mundos posibles; y ese auto lleno de alegría que suele pasar por mí; y un guiño patológico, que me declara porteña en materia y forma, llega de cada rincón del mundo para decirme: "No estás sola, ven a visitarnos".
Realismos mágicos.
Me vistieron de otoños, primaveras, veranos e inviernos, pero mi corazón es en una playa; en colores opacados me sigue llegando esta ceniza que no es de la nuestra, y un grito desesperado me arranca de mi sueño: "Lola, te tenés que ir".
Realismo mágico: mi mejor versión. El año se murió hace rato en Buenos Aires, y yo, que sobrevivo, voy a buscar lo nuevo.
Giro esta cabeza que tengo y veo cómo mi casa me llora desde todas nuestras alegrías; y todas las Lolas que puedo ser me miran, cada una desde la ventana que la llenó de sueños.
Un viento áspero, al que le atribuyo magia intensa, levanta mi pollera y me hace perder todos los papeles que llevaba. Trágicamente, corro tras las hojas y descubro que se aleja de mí ese pedazo de papel que decía "Volveré por ti".
- Me voy, mañana me voy -le dije a un chico que yo no conocía, pero que estaba sentado en aquel sillón.
Daro y Barbi me miraban y se reían. Me llamaron y yo no fui, pero él vino a buscarme.
- "Cabezota", llegó el día. -me dijo, y miró con ganas mi cigarrillo -. No lo podés creer...
-Te voy a extrañar -dijo Barbi. y sus ojos verdes se posaron en los míos. Me agarró la mano, con mucha fuerza, como si no fuese a dejarme ir.
Cata estaba también, pero no hablaba con nadie. Aún estaba bronceada por el viaje que había hecho semanas atrás. Y había mantenido su color concurriendo diariamente a la pileta de su edificio. Recordé a la Cata del 2010: una mujer neurótica y exitosa que le huía al sol, vestida siempre de negro, con aquella alegría amarga que reflejaba su rostro. Sus chistes eternos y su frialdad frente a las cosas se habían desarmado la noche en que había llorado frente a todas: "Nunca voy a ser feliz", confesó en un bar en Palermo. Y nosotras, que nunca habíamos visto llorar a la nena cruel del grupo, nos encontramos consternadas, esperando que en algún momento rematara esa confesión con sus sarcasmos. Pero no, Cata había madurado; Cata había amado y había perdido, y cuando descubrió que el mundo no era obra de un matemático, se encontró tan perdida como yo. Esa noche, el año pasado, recuerdo que agarré su mano; ella me soltó y se fue al baño. Al volver, decidimos ir a bailar.
Desde entonces, nunca volvió a ser la misma; su amado Fernet fue un poco más amargo de lo que lo era antes.
Pero ahí estaba ella, siempre presente y entera. Le había encontrado la vuelta, y los cambios a los que había sometido su estructura la estaban volviendo una persona nueva, una mujer sensible y llena de equivocaciones: era más perfecta que nunca.
Vio que la miraba, me sonrió con madurez y me buscó un trago. Esa fiesta era mi despedida.
- ¿Cómo se va a llamar el "blog"? -me preguntó. No me sorprendió que quisiera saber, porque si bien no parecía relacionarse con ningún tipo de arte, apoyaba las ganas que yo tenía en expresarme de tal manera. De hecho, cuando mi hermana exponía sus dibujos, era la única de mis amigas que participaba. Ella. La contadora.
- No tengo idea... -le contesté, con sincero desconcierto. Y así era: tenía material, tenía ganas, pero no tenía un nombre.
- ¿Tenés alguna buena idea?
- Ni una -contestó, saboreando su trago -. Vos viste que esto no es lo mío.
-Supongo que ya aperecerá el nombre. Después de Ecuador.
Un Daro muy borracho me hizo dejar "pagando" a Cata: me agarró por la cintura y me hizo llegar hasta el medio del salón.
- ¡Bailemos!
Barbi nos seguía de cerca, porque ella y Daro no se separaban desde hacía semanas. Y sí, yo casi me sentía partícipe de esa unión. Siempre me había gustado él para ella. Y él la había "remado" un buen tiempo hasta que mi amiga aceptó una salida. Hoy ya se veían todos los días, y Barbi empezaba a confesar que lo extrañaba. Él, por su lado, estaba dejando de fumar porque a ella le molestaba; la acompañaba a correr todos los días y me había llevado a Galerías Pacífico para encontrarle un buen regalo.
"Bueno, veamos que le podemos comprar a tu amiga... ¿Qué contás vos? ¿Seguís fumando?".
Lo miré de reojo: "Salgamos a fumar un cigarrillo".
-Viste que dejó de fumar -me dijo Barbi.
- See... -le contesté, sin mirarla.
Me parecía una situación de lo más dulce.
- Así que te vas... -me dijo el "pibito" con el que hablaba en el sillón, que había venido tras mis huellas -¿Me vas a dar tu teléfono?
- No, pibe... -le dije sin mirarlo, y de manera muy antipática. -. Porque me voy a vivir a otro país para siempre -rematé, de manera trágica. Claro que él sabía que eso era mentira: yo misma se lo había dicho antes.
Barbi y Daro lo echaron, porque esta noche era para mis amigos, y él estaba de más.
Juampi lo miró con pena, mientras se acercaba con Sol y con una botella de "champagne" en la mano.
- Espantaron al nene...
- Es un pesado -le contestó Barbi.
Sol se rió: "Es lindo ese chico, creo que es amigo de Nico".
Esa observación no era menor, así que sin dismulo, volví mi cabeza hacia aquel "pibito" claramente menor que yo. Nos seguía desde que llegó, y yo me había "despachado" con tonterías cuando me estanqué en el sillón, borracha, y él se echó a mi lado, esperando la oportunidad de sorprenderme con algún buen chiste.
Sí, no era nada feo.
Unas manos me tocaron la cola, me di vuelta rápidamente y la vi aparecer a Julia. Julia y la pequeña panza que ya asomaba, despierta a las tres de la mañana porque me quería demasiado como para sentirse embarazada y no estar en mi última noche en Buenos Aires. Me reí y la abracé.
-Ella es el mono, ¿no? - Me sorprendió una chica. Era extraña, y aunque no podía definirla como muy hippie, el aire que acompañaba su estilo era poco porteño. Estaba con mi hermana.
El comentario fue respondido por una cara de: "No entiendo nada".
- Ella es Tina, te hablé un montón sobre ella.
Enseguida la situación adquirió sentido: ambas, mi hermana y Tina, estaban interesadas en descubrir los misterios del horóscopo chino; o mejor dicho, de cualquier horóscopo. Gracias a mi hermana, yo tenía un zoológico en mi cabeza.
- Esa cabecita... va a buscar paz.
No pude hablar mucho con la famosa amiga de mi hermana, que me agarró la cabeza mientras me decía lo que me dijo. Yo había escuchado mucho sobre ella, pero esa noche no la pude conocer más, y esas fueron las únicas palabras que cruzamos.
Juampi fácilmente se convirtió en una de las almas de la fiesta; fiesta organizada por Sol en un salón de su edificio. Barbi había sido designada para la ambientación, pero en ningún momento pudo obrar libremente frente a los designios de Sol.
Eso se notó en lo pujante de las cosas entre ellas. De hecho, ya había habido cruces durante la noche.
- Acuarianas locas... -me comentó mi hermana -.Ya vengo, voy a calmar esos aires.
Daro y Santi, que casi no se conocían, encontraron puntos en común que los volvieron cómplices: ambos estaban dejando de fumar. Santi estaba más tranquilo que nunca, porque tenía su propio viaje que organizar; su propia historia. El mismo día en que yo llegaba a Buenos Aires, él partía hacia Colombia: "Sería gracioso cruzarnos en Ezeiza", me dijo entre copas.
- Pero, ¿y cómo te llamás? -insistió el chico que yo no conocía.
Mis amigos lo obligaron a darse por vencido nuevamente.
- ¿Quién es? -preguntó Barbi, mirándonos a todos, menos a Sol.
Nuevamente, Sol nos recordó que era amigo de Nico. Nico, a diferencia de nosotros, no solo era más joven realmente, sino que seguía saliendo cada fin de semana, y eso se notaba en el manejo de las relaciones sociales de madrugada: había hecho de mi despedida un boliche lleno de mujeres (que nadie sabía quiénes eran), y una tribu de hombres que bailaban y las agarraban. Creo que fue lo mejor que le pudo pasar a mi despedida.
Toda mi gente estaba al costado de lo que sería una improvisada pista de baile.
Solo una persona faltaba, una sola de las personas citadas y confirmadas.
Sofía no había venido porque estaba de viaje; Clara había sido mamá y ya estaba sufriendo la falta de sueño. Pero Coki se había adaptado fácilmente a mi grupo de amigas. De hecho ella había estado frecuentándonos, ya que a diferencia de las otras dos, no estaba en pareja y había quedado perdida.
¡Cuánto me había ayudado estos días! Experta en viajes, hasta me había traído el famoso cinturón de viajero, cuyo nombre "científico" desconozco.
Mi estómago hizo ruido y entendí qué era lo único en lo que nadie había pensado: "Chicos, tengo hambre", nos confesó Julia.
Nadie se había preocupado por la comida. Eran las tres de la mañana y nadie había cenado: nos habíamos juntado a las once de la noche, y de alguna manera, nos habíamos "colgado".
Abandonamos la fiesta que ya no era nuestra: juntamos cosas y partimos rumbo a "Corner", lugar de comidas rápidas, quiosco, minimercado; era todo eso junto.
Nico y Juampi se quedaron: Nico por joven, Juampi por tener un alma joven.
Después de terminar la llamada entré.
Julia ya estaba devorando una hamburguesa ante la mirada entre sorprendida y conmovida de su marido.
Daro y Barbi esperaban que una pizza se calentara en el horno de aquel lugar tan particular. Coki se acercó a ellos con varias botellas de Coca Cola, entre ellas una que era "Light".
- ¿Quién era? -me preguntó Sol, sin dejar de mirar los chocolates, entre los cuales iba a elegir uno.
- Blanco, ¿no?
- No sé, creo que voy por algo distinto.
- Era Ale. Estaba despierto a esta hora y me quería saludar...
- ¿Por qué no vino?
- Tenía un par de líos. Encima nos habíamos peleado, así que se quedó preocupado.
- ¿Por? Se pelean muchos.
- Pasamos mucho tiempo juntos... debe ser eso.
Nos habíamos peleado puntualmente el día anterior porque él me había reclamado una película durante todo el año: "Te la presté. Es mi favorita". Yo le juraba que se ya se la había devuelto, junto con las otras. En algunas ocasiones, hasta me había ofendido debido a su insistencia.
Lo cierto es que para desgracia mía, mientras revolvía mi casa buscando cosas, algo cayó de la biblioteca.
"Espero que no sea lo que creo que es...", pensé en cuanto vi el color naranja que me sonó familiar, la forma rectangular de la caja y unas letras negras que definían un nombre.
Lo llamé muerta de risa. Pero él no pudo evitar descargar su habitual "venenito" (así llamaba yo a su costado cruel, que de vez en cuando afloraba de acuerdo a su estado anímico). Obviamente terminó en discusión.
Este llamado no era exactamente una disculpa, por parte de ninguno, y sin embargo lo era.
"Te quiero, que tengas un excelente viaje", me dijo al terminar la conversación de esta madrugada.
- Sí... pasan mucho tiempo juntos -contestó Sol, restando importancia al tema. Barbi se acercó. Le dijo algo al oído: situación frente a la cual Sol se mostró fría y enojada, pero fue cediendo a medida que Barbi se puso insistente.
"Pelea de gallos" fue lo que había comentado Tina al respecto.
Se rieron.
- Igual, ya lo vamos a hablar.
Barbi se alejó con una sonrisa.
- No jodas, Sol.
Sol se hizo la indignada.
- No te hagas la indignada, si mañana te vas a olvidar. Nunca fuiste buena para las peleas, no sos resentida. Cuando te peleás con alguien te olvidás -le dije yo.
- Ahhh, mirá quien habla. Te voy a extrañar. - Me abrazó.
- De nuevo tu amigo -me dijo mi hermana que se acercó. Señaló, muerta de risa, hacia una de las góndolas.
Ahí estaba el "pibito" de la fiesta.
- Parece que nos siguió, Lola.
Trató de evitar el contacto visual con todos nosotros; los demás dejaron de hacer lo que hacían para echarle una mirada inquisitiva. Agarró un paquete de papas fritas con tanta mala suerte que hizo caer todo lo que estaba al lado. Nos reímos. Yo me ruboricé, porque eso hizo que le prestara más atención y descubrí que no era nada feo. Por otro lado, alguien capaz de generar ese tipo de situación tan torpe merece mi atención.
Sin comprar nada, caminó hacia la puerta. Jamás nos miró. Y se fue.
En el fondo, nunca habíamos pensado en volver a mi fiesta. Cuando todos nos fuimos, la fiesta había terminado. Por lo menos para nosotros.
Después de alargar esta cena improvisada y poco saludable, el sueño pudo más.
Yo tenía muchas cosas por hacer, y al otro día mi familia vendría por mí y de ahí directo al aeropuerto.
- Voy a pensar en todos -dije. Barbi me miró con ternura.
No soy buena para las despedidas... (¿ya lo dije?).
- Estamos exagerando -comentó mi hermana -. Chicos, se va 17 días nada más. Ni van a tener tiempo de extrañarla.
- Tengo que hacer el bolso...
- Me imaginé que no lo habías hecho -comentó Cata, y se rió -. Me pasaría exactamente lo mismo.
Julia me apretó el brazo.
- No -me dijo con seriedad-. No pienses en nadie. Este viaje es para vos.
No supe disimularlo.
Dios, Julia tenía razón. Por primera vez en mi vida, no iba a pensar en nadie. Las cosas simplemente iban a suceder, y todos y cada uno de ellos iban a estar conmigo, porque lo habían estado durante todo el año.
Podía estar asustada, llena de emociones. Los iba a extrañar, pero una vez allá, ya no podría detener los acontecimientos. Todo se daría de manera natural, todo lo que había empezado a mover desde hacía meses.
- Ey Cabezota -dijo Daro -, tengo un par de nombres para sugerirte para el blog... todos tienen que ver con tu enorme cabeza, obvio.
- Cuidado con las tortugas de Galápagos... -comentó Santi, riendo como "pavote"-, a ver si te cruzás una tan torpe como vos y se te cae encima.
Exactamente ese había sido uno de mis miedos, pero como dije, ya nada podría detener lo que inicié. Porque yo así lo quería.
Me reí hasta llorar con el comentario. Y frente a la histeria colectiva de despedidas y chistes borrachos, yo empecé a caminar y los dejé atrás.
Lo hice no tanto de borracha, sino más bien de melancólica.
Nadie me vio, o por lo menos, esa era la idea.
Noté que Sol jamás me había quitado los ojos de encima, pero me dejó ir, como si pudiese leer mis necesidades.
Camino tan rápido que desaparecí de toda vista en minutos. Me imaginé que quedarían deconcertados unos minutos, pero, por mensaje de texto, le avisé a Barbi que yo estaba bien, que solo necesitaba caminar.
Era una mañana tan agradable: el viento del río, combinado con el calor, volvían primavera el verano. El olor me llevó a la playa. lugar al que llegaría en menos de un día.
Me crucé un grupo de borrachos que me sonrieron; lejos de mostrarme engreída, les devolví la sonrisa.
Si bien el año no me dio respiro, estábamos en una tregua, y desde lejos, ese enemigo mío aflojaba las cuerdas: había sido suficiente.
Un auto se me cruzó. Se detuvo. Abrió la puerta. Era aquel "pibito", que me había seguido.
- Voy para tu mismo lado -me dijo, sin mirarme, y se rió.
Me subí.
¿Nunca les pasó de haber amado tanto a Buenos Aires que terminaron por odiarla? A mi me pasó varias veces en un día, y sin embargo, estoy acá. Una fuerza oscura pero llena de vida nos ata a la avenida más neurótica y peligrosa del mundo, al subte más incómodo, a la humedad más intensa.
Pero ¿quién no se encontró de casualidad en el centro durante un asueto que desconocía? La ciudad no estaba muerta, pero, sin embargo, era posible caminar.
¿Quién no miró el obelisco desde una calle y supo que ese era su lugar? Y no importaba desde donde uno mirara, eso siempre iba a estar ahí.
Ese algo que siempre estará aquí nos llama, como si fuese parte de esta biología mágica.
Lo duro, lo intenso, el miedo, lo difícil, aguantarnos todos cuando solo nos queremos matar: yo me tomo un tiempo, pero volveré.
Cuando llegué a casa, un poco más tarde, me detuve en la puerta, porque ahí estaba el papel que había perdido al salir. Lo dejé en el piso, porque estaba lleno de hormigas.
http://www.youtube.com/watch?v=jlcTmXWZs_c
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