domingo, 5 de mayo de 2013

Podemos hacer la de siempre y tapar y negar.
Negociar un consuelo viejo frente a nuevas amenazas.
O simplemente entender que la historia de nuestros errores siempre estuvo plagada de una enorme capacidad de amor.

Podemos hacerlo distinto y dejarlo salir. 
Reaccionar de otras maneras ante el fracaso y encontrar aquella respuesta que nos vuelva victoriosos.
Y pacientemente, esperar a que los hábitos se acoplen a nuestra naturaleza cambiante.

Podemos patalear, llorar, mentir.
Bajar la cabeza y seguir de largo.
Pero, entonces, podemos entender que cada segundo, cada momento, cada instante de este devenir puede hacer la diferencia.

Plagados de espanto ante el amor y de amor ante el espanto.
Nadie eligió estos mientras tanto que vuelven duros los día a día.

Por suerte, amanezco de buenos aires todavía.







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