Foto: Daniel Katz
viernes, 20 de noviembre de 2015
Acontecimiento. Cuento corto.
- ¿Qué hacés acá?- Movió los ojos en diferentes direcciones hasta que los fijó en aquellas manos frías y cubiertas de barro-.Yo te maté.
martes, 17 de noviembre de 2015
¿Quién duerme mi sueño?
Una frecuencia de insomnio
es uno de mis fantasmas recurrentes.
La soledad más árida
de inspiraciones que se frustraron.
Coincido con noches de tormenta
en la que se ponen de manifiesto
-sin que yo pueda atraparlas-
algunas aspiraciones que ya había abandonado.
Lo único que alumbra esta oscuridad,
la que no llega a tornarse descanso y olvido,
es el rayo que cae en algún rincón de la ciudad
y pone de manifiesto que no hay descanso en estos ojos.
No encuentro una calma.
Desconozco cómo vivir la realidad insomne.
El lugar más privado de mis soledades.
Un diálogo cíclico, inservible.
El cigarrillo se apaga.
Mi conciencia, no.
¿Qué me quiere decir este fantasma?
¿Quién está durmiendo mi sueño?
Es el vacío más exacto de mi soledad.
Soy yo, desnuda e insomne,
el rayo que alumbra el más árido de mis desiertos.
Caos.
Voy a ser inversa: voy a intentar no dormir.
es uno de mis fantasmas recurrentes.
La soledad más árida
de inspiraciones que se frustraron.
Coincido con noches de tormenta
en la que se ponen de manifiesto
-sin que yo pueda atraparlas-
algunas aspiraciones que ya había abandonado.
Lo único que alumbra esta oscuridad,
la que no llega a tornarse descanso y olvido,
es el rayo que cae en algún rincón de la ciudad
y pone de manifiesto que no hay descanso en estos ojos.
No encuentro una calma.
Desconozco cómo vivir la realidad insomne.
El lugar más privado de mis soledades.
Un diálogo cíclico, inservible.
El cigarrillo se apaga.
Mi conciencia, no.
¿Qué me quiere decir este fantasma?
¿Quién está durmiendo mi sueño?
Es el vacío más exacto de mi soledad.
Soy yo, desnuda e insomne,
el rayo que alumbra el más árido de mis desiertos.
Caos.
Voy a ser inversa: voy a intentar no dormir.
17/11/2015 - 4:05 AM
miércoles, 11 de noviembre de 2015
Un artista
viernes, 6 de noviembre de 2015
Desde una piedra hasta Solaris
Creo que es posible olvidarnos de nosotros mismos... Desconocernos.
Dar lugar al dolor es dejar que un líquido oscuro penetre en nuestro sistema emotivo y nos desintegre. Una pequeña acción, el choque con otro ser... puede tocar una fibra tan profunda como para arrojarnos bien lejos del camino que creíamos seguro.
Pero también es posible recordarnos: mirando el río, por ejemplo, percibiendo, por primera vez en años -que fueron siglos-, una calma. Como si cada detalle estuviese en su lugar y esa oscuridad reveladora ya formara parte de una melancolía.
Hacer contacto con nosotros después de esa disolución es uno de los sentimientos que más voy a extrañar cuando ya no esté viva. Pero ahora tengo esto, y ni siquiera me pertenece.
Ni siquiera voy a poder decir cuándo sucedió, pero todo lo que quise y no pudo ser no es nada comparado con todo lo que va a pasar y que está fuera de mi control... Lo desconocido deja de dar miedo y se convierte en una aventura. Y los mundos que se disolvieron quizás no se aniquilaron, quizás son cargas energéticas transformadas y transformadoras...
Un grito de amor en medio del silencio, la magia del instante, el regalo preciado del Universo, que tampoco sabe hacia dónde va, pero eso nunca fue lo importante.
Todos nos fuimos de control y somos un juego de pérdidas y encuentros, melancolías por nostalgias. Y la bendita y mediocre fuerza de amor. Desde una piedra hasta Solaris.
Dar lugar al dolor es dejar que un líquido oscuro penetre en nuestro sistema emotivo y nos desintegre. Una pequeña acción, el choque con otro ser... puede tocar una fibra tan profunda como para arrojarnos bien lejos del camino que creíamos seguro.
Pero también es posible recordarnos: mirando el río, por ejemplo, percibiendo, por primera vez en años -que fueron siglos-, una calma. Como si cada detalle estuviese en su lugar y esa oscuridad reveladora ya formara parte de una melancolía.
Hacer contacto con nosotros después de esa disolución es uno de los sentimientos que más voy a extrañar cuando ya no esté viva. Pero ahora tengo esto, y ni siquiera me pertenece.
Ni siquiera voy a poder decir cuándo sucedió, pero todo lo que quise y no pudo ser no es nada comparado con todo lo que va a pasar y que está fuera de mi control... Lo desconocido deja de dar miedo y se convierte en una aventura. Y los mundos que se disolvieron quizás no se aniquilaron, quizás son cargas energéticas transformadas y transformadoras...
Un grito de amor en medio del silencio, la magia del instante, el regalo preciado del Universo, que tampoco sabe hacia dónde va, pero eso nunca fue lo importante.
Todos nos fuimos de control y somos un juego de pérdidas y encuentros, melancolías por nostalgias. Y la bendita y mediocre fuerza de amor. Desde una piedra hasta Solaris.
Adaptación del texto para "Incómoda en mi cuerpo", proyecto de Stefania Sgherza.
Foto: Jorge García (¡Gracias!)
jueves, 5 de noviembre de 2015
Las flores y el poeta
El poeta no "debe" ser una puerta.
Y su tumba está llena de flores.
-nada pesa más-.
Se destierra del origen.
La vela se desintegra.
Alguna mujer abre las piernas y le revela el vacío.
Los dedos entintados apuran la oscuridad.
Despierta a los viejos dioses.
Aunque sólo recuerda arcaicos rituales en sueños,
deja sobre la silla la ropa que ninguno de ellos necesita.
Él, poeta, reniega de sus palabras.
Odia sus sensaciones.
Come el humo de esos labios femeninos.
Manotea la botella.
Arremete con su sexo el cuerpo de la mujer.
Mira hacia adelante mientras se mueve dentro de ella.
Vislumbra una reverencia en una sala vacía.
La soledad de haber caído en otro tiempo.
Ama.
Olvida.
Se retira.
(Nosotros ya estuvimos ahí.
Nos mira directo a los ojos.
Nos confía un secreto.
El tiempo se mueve en ambas direcciones).
El poeta no "debe" ser una puerta.
El poeta es una puerta.
Y su tumba está llena de flores.
Hace mito sobre noches vacías.
Carga su cruz con la nada.-nada pesa más-.
Se destierra del origen.
La vela se desintegra.
Alguna mujer abre las piernas y le revela el vacío.
Los dedos entintados apuran la oscuridad.
Despierta a los viejos dioses.
Aunque sólo recuerda arcaicos rituales en sueños,
deja sobre la silla la ropa que ninguno de ellos necesita.
Él, poeta, reniega de sus palabras.
Odia sus sensaciones.
Come el humo de esos labios femeninos.
Manotea la botella.
Arremete con su sexo el cuerpo de la mujer.
Mira hacia adelante mientras se mueve dentro de ella.
Vislumbra una reverencia en una sala vacía.
La soledad de haber caído en otro tiempo.
Ama.
Olvida.
Se retira.
(Nosotros ya estuvimos ahí.
Nos mira directo a los ojos.
Nos confía un secreto.
El tiempo se mueve en ambas direcciones).
El poeta no "debe" ser una puerta.
El poeta es una puerta.
Y su tumba está llena de flores.
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