viernes, 6 de noviembre de 2015

Desde una piedra hasta Solaris

Creo que es posible olvidarnos de nosotros mismos... Desconocernos.
Dar lugar al dolor es dejar que un líquido oscuro penetre en nuestro sistema emotivo y nos desintegre. Una pequeña acción, el choque con otro ser... puede tocar una fibra tan profunda como para arrojarnos bien lejos del camino que creíamos seguro.

Pero también es posible recordarnos: mirando el río, por ejemplo, percibiendo, por primera vez en años -que fueron siglos-, una calma. Como si cada detalle estuviese en su lugar y esa oscuridad reveladora ya formara parte de una melancolía.

Hacer contacto con nosotros después de esa disolución es uno de los sentimientos que más voy a extrañar cuando ya no esté viva. Pero ahora tengo esto, y ni siquiera me pertenece.

Ni siquiera voy a poder decir cuándo sucedió, pero todo lo que quise y no pudo ser no es nada comparado con todo lo que va a pasar y que está fuera de mi control... Lo desconocido deja de dar miedo y se convierte en una aventura. Y los mundos que se disolvieron quizás no se aniquilaron, quizás son cargas energéticas transformadas y transformadoras...

Un grito de amor en medio del silencio, la magia del instante, el regalo preciado del Universo, que tampoco sabe hacia dónde va, pero eso nunca fue lo importante.
Todos nos fuimos de control y somos un juego de pérdidas y encuentros, melancolías por nostalgias. Y la bendita y mediocre fuerza de amor. Desde una piedra hasta Solaris.




Adaptación del texto para "Incómoda en mi cuerpo", proyecto de Stefania Sgherza.             
Foto: Jorge García (¡Gracias!)                                                                                            



No hay comentarios:

Publicar un comentario