Para ser sinceros, nunca pensé que iba a llegar hasta acá.
Hoy desperté sola y en diagonal, pero desayuné acompañada: esperé con el desayuno hecho a la señora que me ayuda con la limpieza.
En cuanto terminé, saqué la bicicleta roja y me fui lejos con mi música.
Pensé muchas cosas, claro. Cada pedaleo era más que una palabra que nacía en la mente y rebotaba en el corazón. Pero no se dejen engañar -o mejor, sí-, pensé en cosas muy concretas: en el currículum que me espera para ser mejorado; en los apuntes que quieren ser estudiados; en la luz que desea ser arreglada.
Me pregunto qué estuve haciendo todo este tiempo... Ah, sí, aprendiendo a no ser solitaria; aprendiendo a ir al encuentro del otro con todo lo que soy, conmigo misma. Pero, ¿cuándo es mi tiempo de parar? ¿Cuál es mi punto de armonía?
Tenía un plan; y mi plan era decirles lo siguiente y no lo que les digo (y trato de resumirlo): en el fondo, siempre supimos lo que queremos. Pero la vida, este juego, consiste en buscar; o, mejor aún, en saber qué buscar. Conectarnos con nosotros mismos es la condición necesaria. Pero es una tarea de todos los días en varios momentos de cada día, sobre todo, si tenemos en cuenta que somos sordos de sentir y mudos de aceptar. Es entender que debemos ser los dados, las fichas y el objetivo; ser desde el alma cada momento, cada cambio, cada elegir esta vida y matar esa otra.
Comenzamos un efecto dominó, ponemos el tablero en movimiento desde el momento en que decimos "yo soy/yo siento/yo quiero".
Igual, ¿vamos al fondo? Aja. Esta semana fue de sorpresas (algunas buenas, y más de las malas). Pero la sorpresa más grande es esta: que siempre supimos lo que queremos, solo debemos hacernos cargo y aceptar; aceptar porque solo así seremos encontrados por los de nuestra especie, y aprenderemos a no estar solos.
"So i look to my eskimo friend", canto en voz alta, como si pudiera alcanzar las notas y como si pudiera evitar que el juego me juegue, y como si pudiera ser la dueña del tiempo, mi tiempo.
¿Para ser sinceros? De todas formas, nunca pensé que iba a llegar hasta acá. Horas después de la mañana que se escapó con el sol y dio lugar a una gran tormenta, mi casa está llena de gente.
- Esto no es un juego -gritó Dany.
Creo que me lo dijo a mi, porque yo me reí, pero no me reí de él. Supongo que me reí de mí.
- A la cocina... -me dijo Sol, amenazándome con el dedo.
Tenía que cocinar, actividad que no me interesa para nada. Y tenía que cocinar para ocho personas. A mí nunca me importó comer un huevo pasado por agua cuando en verdad pretendía y deseaba un huevo duro, pero esta gente no debe manejar el mismo grado de conformismo frente a lo culinario. No sabría decirlo, los conozco, pero creo que no soy buena juzgando estas cosas.
Para ser sincera, no conocía a todos: Dany, famoso amigo de Santiago (de alguna manera, el responsable de la vuelta a la vida de nuestro querido amigo), finalmente, aparecía ante nosotros. Parece que tenía mucho para decir... O sea, no había parado de hablar desde que llegó.
Entre su voz grave, ronca y fuerte, y los timbrazos de mi vecina, la yugoslava, que, pese a la noche tormentosa, seguía probando si los timbres funcionaban bien, yo trataba de escuchar mi propia voz para que me dijera cómo proceder con la cocina. También pensaba en excusas que dieran origen al plan "B" (pedir empanadas).
- ¿Y cuántos años tenés? -preguntó Barbi, que no le sacaba los ojos de encima, llena de curiosidad. Ya se lo había preguntado a Santi, pero ella suele olvidarse de las cosas, y pregunta varias veces lo mismo.
Era evidente que Dany era más grande que nosotros.
- Voy para cuatro uno... -contestó, con una sonrisa pícara. Si la edad le pasaba, secreto al que ninguna había tenido acceso, él debía haber aprendido a poner su cara de "No tiene importancia".
- ¿Te vas a sacar la campera? -preguntó Cata, que también lo miraba como jueza, pegada a la ventana, con un cigarrillo en la mano. Sol estaba pegada a ella, fiel a su estilo y algo inquieta. Le sacaba una pitada a Cata, venía a la cocina, me contaba algo y volvía a irse.
- ¿Vos pensás fumar así toda la noche?
- ¿Vos pensás quedarte toda la noche? -respondió mi amiga, con frialdad. Estaba algo violenta. Dany, en respuesta, se rió con sinceridad y la abrazó. Cata puso de cara terror por ser abrazada y, a su manera, opuso resistencia como nunca antes vi. Él no le dio importancia, y la soltó solo cuando decidió hacerlo.
Santi estaba "chateando" en la computadora. De vez en cuando, ponía alguna canción que le pedíamos.
- Este teclado...
- Creo que se le cayó té... -contestó Sol.
- Un día se le va a arruinar para siempre. A veces es tan descuidada...
- Bueno... ¿decías? -preguntó Sol, y volvió su mirada, de reojo, hacia Dany.
Dany se sacó la campara: como un caballero inglés, se acercó a una mesa y la dejó prolijamente. Ante nuestros ojos (yo había vuelto a escapar de la cocina) desplegó una camisa impecable y bordó, acompañada de un pañuelo de cuello que adornaba ese look particular.
- Hablábamos de la importancia de este año.
- Porque es el fin del mundo -contestó Santi sin mirarnos. Luego se rió.
- Es el fin de muchas cosas -le contestó Daniel.
Me quedé pensando y supe de lo que estaba hablando. De hecho, desde que Dany llegó, supe que nos entenderíamos. Creo que él también. No fue como si ya nos conociéramos, algo que me había pasado con muchas personas, pero supe que, naturalmente, el diálogo iba a ser fluido. Sus ojos negros se habían plantado frente a mí: "Te imaginaba distinta", dijo, en cuanto yo abrí la puerta y aparecí detrás de la enorme señora yugoslava que hacía lo que todos ya sabemos.
- Y el comienzo de otras -contesté, sin pensar mucho en lo que decía -.¡Dejen de juzgarlo!
- Igual, Lola, no me siento juzgado.
Era evidente que no le importaba lo que la gente pensara.
- Lo que les digo, chicas, es que un momento para aprovechar... Esto está sucediendo- Lo miré con firmeza... simplemente parafraseaba algo real, algo que yo sentía, algo que está en mis entrañas-. Está entrando un caudal de energía en el mundo. Es una oportunidad única.
Bueno, bien, no sé que tanto me conocen en esto, pero soy el tipo de persona que a veces llega a la idea, a la experiencia de tener una fe. Pero es muy cierto que no soy el tipo de persona que cree fácilmente en algo. Mi cabeza inquieta, en movimiento continuo y por momentos demasiado racional no permite que me abandone a las creencias populares: "¿En serio vas a creer que hay algo más que materia? Darwin y los materialistas tienen razón...".
Sin embargo, y pese a eso, hace más de un año que respiro algo extraño en el aire; y cierta intolerancia con respecto a estructuras que siempre había manejado empieza a generar disturbios en todo mi microcosmos. Es entonces, que creo que algo está pasando. Lo sospecho. Lo escucho, lo huelo... en mis huesos, en mi estómago, en cada movimiento que hago. Primero confusión, y ahora, después de tanta inestabilidad, cierta claridad y aceptación: "Algo está pasando", dijo él. Exacto, eso es lo que pasa.
- Algo que primero provoca confusión... -dijo Sol. Ella también sabía lo que sucedía. Aunque hablábamos de todo, nunca hablábamos de eso. Lo dábamos por sentado.
- E inestabilidad -remató él -. Después, todo se empieza a aclarar, siempre y cuando, uno acepte el cambio. Las personas que no aceptan el cambio, están pasando momentos muy malos...
Hasta Barbi, que suele empeñarse en otra cosa, estaba prestando atención. Digamos que Dany nos tenía en la palma de la mano.
Pero el timbre seco cortó el momento en el que el gurú pasaba ese conocimiento secreto a sus alumnos.
"¡Esta mujer!", pensé. Aunque podría ser Julia.
Directamente abrí la puerta: allí, junto a la yugoslava, que ahora estaba barriendo hojas, estaba Napoleón con un paraguas.
- ¿Él es tu novio? -preguntó ella (como era su costumbre).
- Sí... -contestó él y me metió un beso "jugoso" en el cachete.
-Basta, Juampi... -le dije y lo empujé -.No es mi novio.
Entramos y cerré la puerta.
Pensé que mi amigo no iba a pasar por casa: tenía una fiesta de disfraces y había prometido acercarse para saludarnos a todos. Pero -insisto- creí que no se iba a hacer un tiempo para acercarse.
- Chicos... -dijo Sol, acercándose, y con el celular en mano.
- Sigo cocinando... -esbocé, resignada.
- ¡Pará Lola! Julia... está con trabajo de parto. Te escribió el marido a tu celular, pero nadie contestaba...
Todos nos alborotamos (incluido Napoleón). El corazón comenzó a galoparme en el pecho.
- Increíble lo que hace con tal de no comer tu comida... -agregó Santi.
Una sonrisa (otra) apareció en mi cara: se cancelaba la cena y yo no tenía que cocinar.
Empezamos con el proceso de organización que promovió Barbi:
- Bueno, juntemos todo...
- Hay que aceptar este cambio... ser puertas. No te olvides -dijo Dany, que seguía monologando mientras buscaba su campera -.En serio te digo, Lo: aceptá los cambios. Esto está pasando en serio, aún no hemos visto nada. Lo único que uno debe hacer es aceptar el cambio, y aprender eso que nunca aprendió antes, aprender lo nuevo, nuevas maneras de expresarse... de vivir.
Me quedé callada. Víctima de emociones desde todas direcciones posibles ("...aún no hemos visto nada") no podía dejar de mirarlo y de asentir; supongo que, por primera vez, me dejé guiar y admití lo evidente: yo creo.
- ¿Y este quién es? -preguntó Napoleón, que era Juampi. La situación estaba un poco bizarra...
- Tenemos dos autos... nos dividimos. Juampi, andá para la fiesta y te vamos contando cómo va todo, no podés caer así a la clínica... Dany, ¿dónde te dejamos? No tenés que venir -. Barbi organizó nuestras vidas.
- Estás loca, yo no me lo pierdo. Ustedes son muy graciosos...
Sol miraba por la ventana.
- Todo en orden -le dije a Barbi. Supongo que estábamos por salir.
- Che hay un pibe que le veo cara conocida -comentó Sol -.No sé de dónde... ahí está hablando con tu vecina, en otro idioma.
Nadie le dio mucha importancia. El timbre sonó de nuevo.
Yo solo pude odiar a la vecina por no parar de tocar el timbre.
Atendí enojadísima:
- ¿En qué idioma te tengo que decir que el timbre anda?
Creo que cuando me respondió, dejé el portero colgando, corrí, atravesé a mis amigos mientras Sol balbuceaba: "¿Es...?".
Detrás de la yugoslava, él me miraba con los ojos pequeños y azules que se abrieron en una sonrisa. Recordé que él podía reír con los ojos. También reconocí la camisa celeste que llevaba cuando lo conocí, y que había visto en tantas fotos a la distancia.
El murmullo se hizo silencio y la alegría, realidad.
- ¿Él es tu novio? -preguntó la vecina, para variar.
Ante la mirada atónita de Napoleón; la de Dani, el "nuevo", que salía lleno de curiosidad; los ojos de Sol a través de la ventana y las manos de Santiago, tratándo de hacerse un lugar al lado de ella, corrí hacia el belga y lo abracé. Supongo que me encontró. Supongo que me equivoqué: hay otras sorpresas más grandes.
"Reíte hasta julio", me había dicho Sol una vez.
Pero yo no hablo de finales felices. No.
Hablo de momentos felices.
http://www.youtube.com/watch?v=hFySnZl2O8o
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