Rejunte de la música que da vueltas por mi alma,
y se filtra en el embudo de este cuerpo.
Como forma de no creer que creí que no podía creer...
y que olvidé que podía olvidar.
Como forma de ser cada persona que soy y no he sido...
Porque cada letra es un pedazo de una esencia rota
y una existencia multiforme en colores reales.
La unidad y la redondez y lo perfecto
no son el final de un camino, sino un pequeño momento de esperanza.
La felicidad no es estable, porque nosotros no lo somos.
Nació de ese encuentro lujurioso entre la casualidad y la idea,
y los hijos flotan conformes a los deseos de sus padres.
Me percibo como esfinge porque no recuerdo quién soy:
una niña que se mira en el espejo e imagina lo que va a venir (y todo sucedió);
o la mujer que sale a caminar los atardeceres pintados atrás de los edificios
y encuentra la paz que no había en la soledad de su cueva;
la aventurera que transita por barrios olvidados del tiempo
y se codea con poetas pasados de todo, mientras espera un colectivo;
o una chispa inquieta de este color coral
que ridiculiza una cara que resiste la gravedad del ánimo,
que se escapa cada mañana de sol y viento en su corcel rojo.
Soy lo que me quiero,
me agrego, también, lo que me quieren.
Me pueden ver en ese espejo, en los atardeceres, en todas las ciudades, en mi música.
No me olvido ni me olvida.
Te junto.
Me deshago.
Soy hormiga.
"Te divido en mi reino" (dijo él).
"No" (contesté yo).
Azar, ¿qué es el amor?
El amor es lo nuevo.
Volver a sentir es un principio, no el final.
La conexión con el universo ha sido abierta.
De cara frente al secreto más grande de todos:
a veces, soy poeta:
"De caudales queda un río,
sentimientos bien guardados,
el mismo diablo enamorado
quiere de vuelta lo que tuvo".
El que quiera entender, que escuche.
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