viernes, 15 de junio de 2012

Sensing owns

- ¿Alguien me va a extrañar? -preguntó Cata.
Probablemente, los ojos de todas, que estaban al revés del mundo, se torcieron para echarle una mirada. Todo lo que yo pude ver a través del pasto fue la acumulación de rulos prolijamente marcados que formaban la cabeza.
No tengo mucho que decir estos días. No son más que días de pensamientos con intensidad bien proyectada y de las mejores aventuras. Y el mejor de mis planes incluye cualquier actividad que incluya a esta gente: mis amigos.
Supongo que estos arranques aislados de melancolía grupal suponen un estado de cierta estabilidad en esta familia de manos entrelazadas.
Pienso en lo bueno que fue el haberlas extrañado cuando estuve lejos. Me sentí destilada de esas personalidades que siempre han absorbido mi energía, esas personas que buscaron mi abrazo y luego se llevaron todo eso y nunca volvieron. Pero acá me rodeo de la gente que me quiere: que puede estar parada al lado mío, sin necesidad de palabras, y que puede echarme una mala cara ante una actitud doliente sin que eso se convierta en "te odio" en mi corazón. Esas personas que me hacen saber que aunque no estamos frente a frente, me llevan consigo. Mis personas favoritas.
Un soplo de viento tranquilo me acompaña cada mañana, y no solo me recuerda la amenaza del invierno, sino que trae ese olor a un sentimiento de optimismo, optimismo puro en el que entiendo que no siempre voy a reír. También voy a llorar, claro.


- Yo te extrañaría... -contestó Sol.
No miré. Me pareció la voz más dulce del mundo y aunque no veía sus ojos, porque estábamos todas tiradas en el pasto, mirando ese cielo, pude imaginar cómo ellos se deberían haber torcido en dirección a Cata.
- En verdad... -continuó-, cuando no estuvieses presente no sentiría dolor, sobre todo si sé que estás bien, pero cuando volviera a verte pensaría en cómo pude vivir ese tiempo sin vos.
- ¿Y ese romanticismo? -intervino Julia.
Éramos seis.
Pero no, éramos siete: Julia y el bebé que crecía dentro de ella; nuestro primer bebé. Tremendamente embarazada, aún participaba de las juntadas que no implicaban humo y alcohol (bueno, alcohol un poco, siempre se permitía algo de cerveza, su bebida favorita en el mundo).
Al lado de mí estaba Barbi, que se movía mucho. Esto no me llamó la atención porque era una persona inquieta, pero lograba mantenerse en ese círculo.
Nos habíamos traído a Lila, quien seguía siendo una novedad y a quien, finalmente, veíamos por primera vez en el año ya que había estado en Israel visitando a su familia. No se atrevió a participar en el círculo: estaba echada en la reposera, preparando licuados.
- Por favor, no pongas "la vodka" -le dijo Sol, apelando a chistes del pasado remoto-, ahora tenemos a una futura madre que solo se permite un poco de cerveza... "La vodka" sería demasiado.
Sol nos había levantado una por una (sí, las seis metidas en el auto... siete con el sobrino del grupo). Decidimos que hacía tiempo que no pasábamos un buen momento juntas.
Nos pusimos al día: prácticamente todas teníamos novedades. Yo no tenía nada que decir; en verdad sí, pero no tenía novedad alguna que provocara ningún tipo de debate (o al menos eso creí).
- Salí con Juampi y los chicos y terminamos desayunando en McDonalds como adolescentes... lo que me reí. Ah, soñé que me peleaba con Sofía Loren -confesé, cuando me preguntaron qué contaba.
Hubo algunas risas, pero luego un silencio.
Ya hacía frío, pero el sol estaba más que agradable. Creo que en algún momento me dormí.
- Nunca más -dijo Cata.
- ¿Qué pasó exactamente? -preguntó Julia, y se sentó con dificultad.
- No me invitó a su cumpleaños...
Nos quedamos calladas, aunque rebotó algún que otro "uhh". Calculo que todas evocamos un momento de desilusión y nos empatizamos con lo que ella estaba sintiendo.
- No será invitado al tuyo... -respondió Barbi y estiró la mano, tratando de alcanzar la de Cata. Nunca fue correspondida porque a Cata no le gustaba el contacto físico.
Rápidamente evoqué el año pasado: alrededor del cumple de Cata -que estaba próximo-  fue que yo empecé con esa depresión que me acompañó varios meses. Nos habíamos quedado hablando hasta la madrugada y algo se despertó en mi, porque supongo que revolví cosas. Las mismas cosas que me habían lastimado en ese entonces no tenían ya el mismo filo: podían llegar a ser más cortantes, pero por algún motivo no me sentía capaz de prestarles atención. Entre nosotros, creo que se me murió el corazón...
- Yo lo llamé a las 00:45 más o menos, pero es obvio, chicas, que desde las 23:45 yo estaba pendiente de todo. Él nunca contestó. Al otro día, me mandó un mensaje y me dijo que espontáneamente se había juntado con amigos y no se había llevado el celular. Le quise creer, pero lo cierto es que no le creí. O sea, puede ser... solo que no. ¡Dale!
- Yo tampoco le creo... -confesé.
- Y yo tampoco... -intervino Lila, que apenas se animaba a emitir opinión.
- Al final, cuando hablamos sobre el tema le dije que me había parecido mal que no me invitara... Igual, ya me la veía venir. Confirmó mis sospechas cuando en vez de decirme, de nuevo, que lo que pasó es que no había organizado nada, me dijo: "Ibas a venir y me ibas a traer una torta, como si fueras mi novia". O sea, fue consciente de que me estaba evitando. Me evitó. 
Esta vez hubo un "auch" colectivo y miradas en todas direcciones: a todas nos había pasado alguna vez. Este era un ejemplo concreto de una generalización. Una situación que vengo esquivando. Y básicamente, me cansé de montar shows.
La racionalidad de Cata no le permitía ser una víctima, sino que lo convertía a él en un "hijo de puta". De alguna manera, eso sí la hacía digna de pena y a él lo hacía digno de enojo. Se sentó y prendió un cigarrillo. Lila aprovechó e hizo lo mismo.
- Nooo-gritó Barbi -, dijimos vida sana. Además está Juli.
Lila apagó el cigarrillo disimuladamente (no era local así que no se sentía en libertad de movimiento). En un momento nuestros ojos se cruzaron, pero sabía que su secreto estaba a salvo conmigo.
- No me molesta -dijo Julia.
- Dejala -le dijo Sol -, está pasando por un momento difícil.
- Lo bueno es lo determinante que sos -le dije, y me senté (también le robé una seca).
-Sí, no sos Lola... -dijo rápidamente Julia.
El comentario me hirió desmedidamente. Fue como si me apagaran un cigarrillo en el brazo. Cerré los ojos para aceptar esa verdad dolorosa.
El silencio que siguió nació, simplemente, para mitigar la situación.
Lila intentó consolarme cuando me trajo un licuado con sus pasos rápidos y me miró con ternura. Lo cierto es que no importaba, porque solo cuando uno acepta lo real no sufre tan adentro, por más que llore y patalee (cosa que, curiosidad, uno no hace).
- El problema -intervino Barbi -es que hay mucho boludo buscando contención.
- Amén -dijo Sol.
Nada tan cierto: cuántas veces nos había pasado... Pasamos dos días con alguien; cocinamos juntos, vemos películas, dormimos juntos. Y esa misma persona, la que abrió sus ojos y te contó lo que había soñado, desaparece siete días y no queda nada de su rastro más que el olor en las sábanas. La vida sigue siendo solitaria, después de haber sido invadidos. Las primeras horas, en las que recuperamos la privacidad, son geniales, pero luego, uno empieza a dudar de si alguna vez hubo alguien más o simplemente imaginó.
Este año no pudieron encontrarme... ellos, los boludos que buscan contención.
- Y sabemos quién colecciona estos boludos... -dijo Julia. Y me miró. Otro cigarrillo apagado, ahora en la espalda. Conté hasta diez porque de nuevo ella avanzaba taurinamente contra mí y nada la iba a detener. Y ese nivel de acidez respondía a una charla que habíamos tenido días atrás, en la que había criticado la energía y empeño que pongo en aquellos que no me deparan ningún futuro proyecto, aquellos que no me merecen. Estuvimos de acuerdo en todo, salvo en que ella no veía una mejora en mi comportamiento.
"Dejá de hacer caridad" fueron las últimas palabras que escuché en el teléfono.
Insisto: no soy tonta y sé que Julia tiene razón. Pero insisto nuevamente: me gustaría ver reflejado, en estos momentos, la aceptación del cambio profundo que se está gestando en mí.
Sol se sentó también porque preveía el comienzo de la tercera guerra mundial.
Lila apuró los licuados y sacó "la vodka". Ya no le importaron las pautas sociales y prendió otro cigarrillo.
- Terminemos la charla -le contesté a Julia, enfrentándola. Nunca dejé de mirarla.
- Uy... y encima esta que se me puso "liera".... -comentó Sol. Me hizo gesto de tijeras con las manos.
Vio mis ojos, y su siguiente gesto fue semejante al de Poncio Pilatos.
Como maestra jardinera incluí a todas:
- Julia cree que siempre elegí mal a los hombres... Tiene razón: colecciono boludos que buscan contención...
- ¡Y cualquier otro engendro poco prometedor!
- Estamos hablando de una mujer que busca conectarse con alguien desde lo emocional, Juli... Ella es desinteresada de lo material -. Esa fue Sol, tratando de defenderme.
- Sí, pero eso es de cuando teníamos veinte años... ¡tenemos treinta, chicas! No las quiero alarmar, pero hay que pensar en las comodidades, en alguien que te ofrezca una seguridad futura. No digo de ser una perra sin sentimientos, pero hay que ser astutas: que tenga casa, no tenga panza y tenga auto -Esa era Julia, tratando de ponerle humor a la situación. No era su intención, jamás, lastimarme, pero en su obstinación, nada iba a detenerla: necesitaba desmotrarme lo equivocada que vivo.
- ¿Este año me viste caer en alguna situación?
- No llegó a mayores, pero siempre está el peligro... alrededor tuyo, sos un imán para esas personalidades... Este "pendejo" que te cayó a la madrugada y que a veces te manda mensajes a cualquier hora...
- Joaco -contesté rápidamente -. No tiene lugar en mi vida... de hecho, no pasó nada entre nosotros.
- ¡Te lo besuqueaste!
- ¡El año pasado! Cuando me llevó desde la fiesta de despedida a mi casa...
- Pero el hecho de que les des lugar... Imaginate que estás bien con alguien y este "salame" te toca timbre a las cinco de la mañana... ¿qué explicación vas a dar?
- Contaré la verdad. No tengo nada que ocultar.
- Pero me enfurece que él sienta que puede ir a tu casa cuando quiere... ¿qué estás proyectando que alguien cree que puede despertarte a cualquier hora e instalarse en tu casa?
- Que soy alguien en quien puede confiar... y sí, es un boludo que busca contención, pero lo cierto es que, justamente, ese boludo no me puede dañar.
- Che ¿y si te fijás qué onda? A lo mejor te puede gustar el "pendejo"...
- Barbi, no tenés idea -dijo Sol-. No digas boludeces, a Lola no le gusta el flaco, es obvio, sino ya hubiese activado.
- Bueno, pero quizás no se anima y encima le decimos esto.
- No la conocés nada si pensás eso...
El clásico del grupo: Sol y Barbi enfrentándose. Se venía una guerra por otro lado.
Cata nos miraba con algo de preocupación.
- Pero eso no es lo peor de todo... La charla surgió por algo más -contó Julia.
- ¿Por qué? -quiso saber Barbi, a quien Sol ya estaba mirando mal. 
- Por lo del viaje.
El gesto de Barbi se convirtió en un "¿Qué cosa no me están contando?".
Sol revolvía en su mente, tratando de encontrar la anécdota o el dato que echara luz al asunto.
- ¿De qué estás hablando? -preguntó Cata.
Yo miré a Julia. Aunque nunca había dejado de mirarla.
- Si no hubo nadie en el viaje... -siguió Cata, con inocencia fingida, como la de quien quiere saber lo que no le habían contado.
Ahora yo me prendí un cigarrillo. Barbi espantó el humo con sus manos: sí, esto de la vida sana no estaba dando resultado. En verdad, desde que Sol había aceptado un daiquiri declarado, esto ya no era lo que había sido.
¿Qué era lo que yo había hecho en el viaje? Aquel supuesto secreto que nadie sabía.
La inquietud pasaba de una a otra, y un sentimiento de ansiedad, que comenzó en Lila y en su boca torcida, se fue expandiendo hacia todas. ¿Acaso yo les miento cuando digo que mis aventuras solo incluyen a esta gente y que mi vida amorosa quedó anclada en algún punto melancólico, esperando la hazaña de un príncipe? No soy de las que se queda esperando, tampoco soy una cazadora, pero cuando uno es amante por naturaleza, cuando uno es enamoradizo y adicto a las emociones, esa energía destruye las barreras, se come las distancias y adorna nuestros contornos, como una luz que se proyecta desde nosotros hacia el mundo. Lo cierto era que yo me había enamorado en mi viaje.
- No dejás de elegir mal... -prosiguió Julia. Todas lucían preocupadas, pero yo me estaba sonriendo...  me había olvidado y hacía mucho que no pensaba en nada de eso. Esa sonrisa humedeció un poco mis ojos y me recordó que soy un animal sensible. Pero lo hizo de una linda manera, en la que se juntó la alegría por recuerdos y la promesa de futuras ilusiones.
Esto solo agudizó las curiosidades.
- Me enamoré dos veces...
Sol entendió enseguida cómo atar esos cabos. Barbi quiso saber más, como un niño curioso de dos enormes ojos verdes. Se dio vuelta y puso las manos bajo su mentón, esperando saber de qué se trataba todo.
- De alguien que es de acá, y de alguien que vive en otro país...
- Ahhh, el cartel de "Feliz cumpleaños" en holandés... -dijo Lila, y se rió con ternura.
- Ese es el de afuera, el que no le conviene y, obviamente, es en el que puso más energía.
De alguna manera, eso era muy cierto. Lo que no era muy cierto era el porqué.
- No -le contesté seca. Dejé de mirarla y mi mirada se perdió -¿Querés saber qué pasó? Todo el tiempo allá, en las islas, elegí a la persona que creía que era la correcta. De hecho, siempre lo elegí a él, al argentino y fui fría y distinta con el otro - Recordé que con ese otro había pasado uno de los mejores días de mi vida en una excursión-. Pero yo seguí eligiendo al que me convenía... Sin que pasara nada con ninguno, yo me jugué. Porque al argentino lo vería en Buenos Aires... el europeo simplemente desaparecería.
- Y sí... pero no hiciste nada, al contrario, seguiste el contacto con el europeo.
- ¿Pueden dar nombres? -preguntó Lila. Cata le contestó.
- Cuando volvimos a Buenos Aires comencé a mandarle mensajes. Quería verlo, porque, como les dije, yo lo había elegido.
- No sabía que le habías mandado mensajes.
- Sí. Te conté.
- No te escuché... -comentó Julia. Comenzaba a afligirse.
- ¿Sabés que pasó? Me contestó. Con frialdad. Pero eso no significaba nada... él es serio, educado, caballero, así que le propuse juntarnos. No me contestó por varios días.
En el silencio, comenzó finalmente a sonar la música que yo había puesto pero que no lográbamos hacer funcionar. Sucedió después de que Lila pateara sin querer aquel bendito reproductor.
- Y un día me contestó: "No puedo. Arreglamos otro día. Saludos" - Me reí cuando les dije esto -. Me han pasado cosas peores, ¿no? No es la primera vez que me desilusiono... por suerte no fue grave, solo fuimos amigos.
En cuanto terminé, la risa se hizo llanto. Así de obvio, fácil y cursi. No es gran mérito, ya se sabe.
Cata me abrazó y fue raro que ella iniciara un abrazo, pero yo la saqué.
- Estoy bien, pero estoy cansada de que la gente se vaya... Ya mi corazón no soportaría abrirse a alguien y que esa persona entre y después desaparezca para siempre...
- "Siempre" es una palabra muy grande, Lolita - Esa fue Sol. Pero Sol sabe que todo se vive exagerado en este corazón.
De pronto tuve un ataque de verborragia, no sabía exactamente qué les quería decir. Pero tenía cosas para decirles, algo que quería que supieran y eso era cuáles eran mis sentimientos. ¡Vamos! No soy de piedra, siento cosas todos los días, en cada momento del día, y más allá de mis estupideces, yo quiero lo que todos quieren: quiero amor. Pero estoy asustada. Las cosas que pasaron... Yo estaba cansada de todo eso, cansada de creer que cualquier pequeño detalle puede significar amor: yo había creído que alguien se había enamorado de mi porque me había regalado un cepillo de dientes... un estúpido cepillo de dientes. Pero había algo que me cansaba más que todo lo demás.
- Estás pensando en el cepillo de dientes... -dijo Sol. Claramente, sufría a través de mí.
- Fue algo tan estúpido... Diosssss, ¿cómo puedo ser tan inocente, tan fácil?  Digo, yo que no creo que merezca ser querida, que no me valoro... - Ahí estaba lo que a mí me destrozaba-, el hecho de que alguien que quiero haya girado su cabeza y me haya mirado, y que me haya dado ese cepillo. Esa fue para mí lo más cercano al amor que conocí en toda mi vida... - Me sequé los mocos. Esa era la yo que estaba cambiando, esa mujer que no sentía que valía la pena; la que se pasaba animando a los hombres que llegaban a su vida, montando un show en el que no importaba la respuesta, no importaba el cansancio ni la energía que se iban porque si había posibilidad de ser retribuida en el amor era "ahora o nunca". Nunca nadie hizo nada importante por mí, no, el show siempre estaba servido y luego era olvidado. Se llevaban lo más lindo que tengo: mis besos y mis risas, mis mitos y mis confesiones, mis teorías y mis bailes, la fuerza para encarar una jornada y la poesía en cada acto de amor... mi mirada, mis ojos, ellos a través de mis ojos.
- ¡¿Qué te hice?! ¡¡¿¿Cómo te pude hacer llorar??!! - Julia estalló en llanto. El solo hecho de la mujer embarazada llorando fue más bochornoso que esta mujer que se abría y confesaba que sentía que no merecía ser querida. Miré a todos lados desconcertada.
Sol abrazó a Julia.
- Juli, no pasa nada. ¡En serio! Esto es lo que tiene que pasar. Tengo que entenderlo, tengo que sacarlo... Esto es lo que estoy revirtiendo, por eso estoy tan rara y distinta este año. Estar lejos y sola me hizo entender eso, fue lo mejor para mi.
- No sabés cuánto te quiero... - Barbi fue la primera en correr en su ayuda. Lila no sabía qué hacer, miraba a una y a la otra.
Estiré la mano y toqué la de ella. Sol me miró y me hizo un gesto: "Todo va a estar bien". Sí, era eso lo que quería escuchar.
La vida no es fácil, nosotros no somos fáciles para nosotros mismos. Y años después de la primera gran desilusión, yo empiezo a entender por dónde viene la mano. Necesito un gesto, algo que aprecie, un pequeño sacrificio y mi corazón va a estar de nuevo en juego. Solo eso. Creo que nunca entendí nada del amor, porque soy incapaz de sentirlo siquiera por mí.
- Cosas nuevas van a venir -dijo Cata que se había alejado de todas (era un momento físicamente muy emocional para ella)-. Sé que me espera algo que nunca antes viví. El amor no es nada de lo que sentimos hasta ahora... ni remotamente. Es toda esa vida que no nos podemos imaginar, es un cambio. Es estar en lugares que no conocemos sin importar cómo estemos vestidos. Es subir una foto aunque no estemos lindas, solo porque en ese momento éramos felices. Juntar las cosas más intensas que sentimos y multiplicarlas. Es como cuando el tiempo se detiene y no hay un "Me tengo que levantar temprano mañana", pero elevado infinitamente. No tenemos idea de todo lo que va a venir.
Nos quedamos mudas. Creo que fue lo mejor que alguien dijo en mucho tiempo.
- Amén -dijo Sol, con los ojos bien abiertos. Esa conclusión saliendo de Cata suponía lo evidente: todo cambia, todo es posible.
- La semana que viene cenamos en casa -les dije -. Todos, ustedes, Santi, Juampi...
- Creo que Juampi tenía una fiesta de disfraces -comentó Barbi.
- Me dijo, pero pasa un toque. Es cena "Fuck off".
- ¿Qué puedo hacer para que me perdones? -dijo Julia sin soltar mi mano.
Yo recuperé mi mano y la miré con amor.
- Te vas a comer todo lo que yo cocine... Ese es castigo suficiente.


Creo que ya era momento de que yo lo entienda, porque el universo me iba a gritar siempre hasta que acepte las cosas. Sumisa frente a tantas otras...
Parece ser que casi siempre estuve equivocada respecto a todo. Pero no me quiero equivocar más, o por lo menos, espero no equivocarme tanto.
La lección más importante que me dio es mi error más grave de todos: creer que yo nunca tengo razón.  Después de muchas idas y vueltas y rebusques emocionales, me aviso a mí misma que ya no me puedo engañar más y me grito que a veces tengo razón.
No puede ser que ningún tiempo sea mío. Aunque tampoco puedo pretender tenerlo todo. Los niveles de exigencia requieren una fuerza que puede no volver porque uno la utiliza en mantener situaciones que no van, o en discusiones sin sentido en las que solo afirmamos, con o sin sentido, que el otro tiene razón, una y otra vez (y eso es lo que nos enoja).
Realmente creo que van a venir cosas buenas: este sentimiento de optimismo es nuevo en mi vida, pero le creo. Yo creo, y por primera vez, sé que no son solo palabras. No soy solo palabras...
"Reíte hasta julio", me dijo Sol el otro día. Me llevo sus palabras hasta agosto. 


http://www.youtube.com/watch?v=Tq2tHQ9JDp8

No hay comentarios:

Publicar un comentario