Cien respiraciones,
Barrios Porteños:
cien respiraciones
te doy.
Ciento cincuenta grados a la sombra del eclipse,
ciento cincuenta días prometedores.
Enero se hace eterno y,
a fin de cuentas, desaparece en un segundo.
San Telmo, el mercadito, la plaza.
Puerto Madero, Miami a unas cuadras, las palmeras se achicharran.
Sálvanos, Iemanjá, de los cortes de luz.
Las bicis y los tambores
de la murga del Río de la Plata
se transforman en ritual espontáneo
de los pies amarillentos y sucios de verano
que siempre caminan en busca del placer.
Bañistas temerarios
son devorados por las aguas negras
del río al que profanamos.
Cien respiraciones. Chau a mí misma.
La conciencia de ser recuerdo
cuando aún respiramos uno del labio del otro.
Amigos, sin trabajo,
el sol nos come las cabezas.
Despedidos del sistema,
nos miramos en serio
-tal vez por primera vez-
y nos abrazamos.
Cien respiraciones en cuenta regresiva.
Me quedo sin hogar,
otra vez el mismo cuento.
Paso en un colectivo,
el obelisco arde y nadie lo mira.
Me bajo y camino kilómetros:
Ahora quiero estar sola.
Ahora quiero estar sola.
Ahora quiero estar sola.
Pasado y futuro,
pareja infame, embustera, efímera.
Cien respiraciones en picada.
Chau, pensamiento.
Te siento:
Ahora quiero que me hables.
Ahora quiera que me hables.
Ahora quiero que me hables.
Invento un hechizo,
me olvido que yo desconozco la magia del espacio.
Deseo que vos me vuelvas magia a mí,
me hagas oración en un aparatito,
que me alejes de la hoguera de estos cien Barrios Porteños.
Chau, deseo.
Un hombre me habla feo.
"Te amo", le digo.
La facultad de ingeniería,
llena de murciélagos,
testigo de mi único "te amo" en 37 años y en 26 billones de kilómetros a la redonda.
El hombre grita "loca" y sale corriendo
y recuerdo que el "te amo" es mi poder frente a los enemigos.
Lo supe desde niña.
Cien respiraciones que casi terminan,
ya cae el sol,
el viento murmura:
"Salgan de sus escondites".
La vida
latiendo como tambor y estas palabras:
"Lo estuviste esperando.
Abrí los ojos y mirá
siempre, sin su peso.
Eran las manos en la tierra,
hacer comida con los ojos
y besarte los dedos que nos arrancan
los brotes que ya no van.
Esto:
Soñás con filmar a la flor que vive un día,
cámara lenta y rápida del mundo eclipsante.
No vayas a decirme que no estamos todos haciendo poesía,
mientras cae el sol y ya no dormimos.
Mientras brillan los recuerdos en medio del apocalipsis".
Cien respiraciones,
Barrios Porteños.
Ya no quedan números.
Ya no me queda aire.
Foto: Apocalipsis Fotografía